El plan
A veces piensas que las cosas pueden fluir o salir tal como lo esperas. Sin embargo hay atenuantes, circunstancias y calamidades que te impiden forjar el camino tal como quieres, y tienes que inventarte mil rodeos para llegar a tu destino. O al menos eso era lo que pensaba Juan cuando estaba en plan de conquista. A él le gustaba Alejandra, la muchacha más bonita del vecindario. Ese era el problema. Por ser la muchacha más bonita del vecindario estaba empatada con el tipo más malandro de la cuadra, y Juan, pobrecito, no pintaba nada de nada en ese microcosmos que era su barrio.
A pesar de las circunstancias, Juan no se amilanó y proyectó una estrategia para conquistar a su bella y adorada Alejandra. Todo empezaba por pasar frente a su casa todos los días, y con la excusa de que su mamá era la mejor amiga de la mamá de ella, Juan tenía permiso para entrar. Así que pasaba y saludaba todos los días a doña Hortencia, le hacía los favores y así podía quedarse un poquito más de la cuenta. Alejandra pensaba que Juan era muy cuchi y algo pendejo, y le causaba gracia ese asedio tímido, porque siendo como era, ella sabía cuáles eran las intenciones de Juan.
Al matón del barrio, Josué, conocido también como el carotas, y nadie sabe por qué, aunque dicen que es porque tiene una cara chistosa, al principio no le daba importancia a la presencia de Juan en casa de su amada -aunque a él solo le importaba el físico de la muchacha, pues era muy bonita y tenía la esperanza de que algún día ella se dejara y la hiciera suya- hasta que un día los vio a los dos conversando animadamente y muy sonrientes y hasta íntimos. El tipo dio un respingo y se puso colorado.
La primera vez que los vio se contuvo. Pasados los días, juró que le daría una lección al catirito ese que pretende tumbarle la jeva, y que a él nadie es capaz de hacerle nada porque él es la ley. Unos amigos de Juan, enterados de la movida de El Carotas, le advirtieron y le dijeron que dejara de frecuentar a la muchacha porque las consecuencias serían graves. Juan confiaba en su plan.
Uno de esos días en los que andaba solo por la calle, Juan vio al Carotas esperándolo en el poste. El carotas lo miraba con cara desafiante. Juan se detuvo. Le temblaban las piernas, con todo y eso siguió adelante, tratando de ignorar al otro que se movió para cerrarle el paso.
Juan no sabe cómo pasó, cuando recobró la conciencia estaba en el piso, rodeado de varios muchachos. Unos decían que estaba muerto, otros que se había desmayado del miedo, otros más que no, que se resbaló y se dio por la cabeza. Confundido, pudo levantarse a pesar de que todo le daba vueltas y apenas reconocía el rostro de algunos cuantos.
Del Carotas se dice que se llevó a Alejandra a la fuerza. Otros, que su mamá la metió en un internado porque no le gustaba nada aquella relación. Juan miraba desconsolado la ventana de la señora Hortencia, recordando aquella sonrisa que le prodigaba la chica de sus sueños. Lástima que los tuvo que encerrar en el sótano de su casa. Así nunca más se burlarían de él.