La furgoneta se quedó varada en la carretera, en medio de la nada. No podemos creer nuestra suerte. Preferimos irnos por la carretera vieja porque podíamos recortar camino.

En medio del viaje conversamos sobre literatura y cine, sobre música y por supuesto, lo que esperábamos encontrar una vez lleguemos a la playa. Omar fue al que se le ocurrió la brillante idea de irnos por la carretera vieja para cortar camino.

Vivir la aventura, eso fue lo que dijo, y ahora estamos todos asustados porque es posible que nos asalten o nos secuestren o nos hagan cosas peores. Martín fue el que intentó mantener la calma y buscar ayuda. Lo malo es que las señales telefónicas son terribles, pues como dije, estamos en tierra de nadie, en medio de la nada.

Mientras los expertos en mecánica hacen sus reparaciones, nosotros nos vamos a explorar un poco. La verdad es que, pese al miedo que tenemos, la vista es extraordinaria y agradable. El sol pega de frente, arrojando bonitos colores sobre el paisaje que se torna amarillo, anaranjado y un rojo resplandeciente parecido al fuego.

Ya empieza a caer la tarde y estamos un poco más tranquilos. Nadie ha pasado por aquí y no sentimos amenaza alguna, aunque estamos a la expectativa. Yo adoro ese sonido que se escucha como un eco de las aves y el viento, un llamado a lo primitivo, a lo esencial. La verdad no estoy asustado, pues admiro todo lo que veo, me siento en calma y paz, y la felicidad retumba en mi corazón como nunca antes.

Así que me siento en el suelo arenoso y fijo mi vista al horizonte. Trato de captarlo todo, desde las conversaciones y las quejas y reclamos de los muchachos, hasta ese sonido apaciguador del viento y el eco lejano de los animales. El cielo es claro. Unos rayos atraviesan las nubes y caen sobre la tierra, como bendiciéndola.

Cuando la furgoneta estuvo lista, arrancamos de nuevo, felices y confiados. Mientras rodamos cae la noche y tuvimos que estacionar en un descansadero. Estacionamos en la parte más lejana para estar tranquilos.

Al salir de la furgoneta lo primero que veo es el cielo, y no lo puedo creer: está tan claro y lleno de estrellas que, al decirle a los demás, nos quedamos con las cabezas hacia arriba un buen rato.

Luego todos se van, y quedo solo. Sigo mirando hacia arriba. Me siento insignificante. Soy consciente de que cada punto que veo en realidad es mucho más grande que el propio planeta que habito, y que soy una minúscula mota de polvo en comparación con lo que veo arriba.

Lágrimas corren por mis mejillas, pues la visión me supera. No puedo creer lo afortunado que soy, y que somos al estar aquí, y de vivir este momento, de recolectar estos hermosos recuerdos que me sostendrán en los días difíciles y oscuros, en esos tormentosos y grises. Así construyo mi refugio seguro, mis días soleados y coloridos, noches claras y estrelladas, para recordarme siempre que vale la pena vivir, y que vivir cada instante es hermoso y único.

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My Journey
The van was stuck on the road, in the middle of nowhere. We can't believe our luck. We preferred to take the old road because we could cut our way.

In the middle of the trip we talked about literature and movies, about music and of course, what we expected to find once we got to the beach. Omar was the one who came up with the brilliant idea of taking the old road to cut the way.

Live the adventure, that's what he said, and now we are all scared because we might get mugged or kidnapped or worse. Martin was the one who tried to stay calm and look for help. The bad thing is that the phone signals are terrible, because as I said, we are in no man's land, in the middle of nowhere.

While the mechanical experts do their repairs, we go to explore a bit. The truth is that, despite the fear we have, the view is extraordinary and pleasant. The sun beats down on us, casting beautiful colors on the landscape that turns yellow, orange and a glowing red similar to fire.

The evening is beginning to fall and we are a bit calmer. No one has passed this way and we feel no threat, although we are on the lookout. I love that sound that is heard as an echo of the birds and the wind, a call to the primitive, to the essential. The truth is I am not afraid, for I admire everything I see, I feel calm and peaceful, and happiness rumbles in my heart as never before.

So I sit on the sandy ground and fix my eyes on the horizon. I try to take it all in, from the conversations and the complaints and grumblings of the boys, to that soothing sound of the wind and the distant echo of the animals. The sky is clear. Lightning streaks through the clouds and strikes the earth, as if blessing it.

When the van was ready, we set off again, happy and confident. As we drove on, night fell and we had to park at a rest stop. We parked on the far side to be quiet.

As we get out of the van the first thing I see is the sky, and I can't believe it: it's so clear and full of stars that, as I tell the others, we stand with our heads up for quite a while.

Then everyone leaves, and I'm left alone. I keep looking up. I feel insignificant. I am aware that every dot I see is actually much larger than the very planet I inhabit, and that I am a tiny speck of dust compared to what I see above.

Tears stream down my cheeks as the vision overwhelms me. I cannot believe how fortunate I am, and we are to be here, and to live this moment, to collect these beautiful memories that will sustain me in the difficult and dark days, in those stormy and gray ones. Thus I build my safe haven, my sunny and colorful days, my clear and starry nights, to always remind me that life is worth living, and that living every moment is beautiful and unique.

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