The body is grateful||El cuerpo lo agradece

Greetings, friends of @silverbloggers.

Today, very early, before seven in the morning, I left for yoga class, after the greeting and a short meditation, the teacher reminded us that yesterday, April 6, was celebrated the World Day of Physical Activity.

The celebration was born to raise awareness about integral health and for this it is essential to “move that little body”, that unique and sacred place that many call our temple.

We all know about the multiple benefits that physical exercise brings us, there is no space, when we talk about health, where it is not proclaimed. If we go to the doctor, he recommends it as part of the treatment, if we enter the networks, it rains the exercises for each ailment and the promise that with its practice you will recover not only a better mobility, the reduction of pain and a vital energy that will make you feel better about yourself and others.

What about friends, acquaintances and family? Well, everyone has a recipe, even if you can see from above that they do little or no exercise, they master the theory and launch the recipe: that you do not sleep well, do these exercises; that your knee hurts, these are great; that the sciatic nerve is intense, these exercises are the best and so for each ailment they give you many alternatives, and they are grateful.

As a good representative of the human race, I am not going to be the exception, and I want to tell you about my experience. The issue is that we know what we “should” do to preserve and have better health, “the problem” is that we do not find the time, place, or the inner disposition to do it.

Of all the physical activities I have done in my life the only one in which I have been constant is going for a walk and to be honest I do it more to grab the fresh morning air, contemplate the sunrise, be enraptured by the beauty of the sky, the beauty of the trees, flowers, birds and so many things that I enjoy at that moment.

But you know what? That doesn't take away the pain in my neck, nor the pain in my waist, nor the pain in my feet and even less the annoying stiffness of a finger on my right hand, which is present when I least expect it. Thank God, none of these ailments have disabled me and well, a diclofenac, every few days, makes my beautiful body numb the pain and move forward.

But the mind does not go to sleep in such a simple way and every day those nagging thoughts came to me saying: "Girl, how long, can't you see that your body is falling apart? And I, then, very respectfully reassured her saying: -It's true, tomorrow I'll start-, and tomorrow was days, months, years, certainly, some days I would get up with courage and do a little stretching, but nothing of continuity.

On January 3, I decided to go to yoga, a discipline that I abandoned about four years ago. In these three months my body has improved remarkably: the stitch in the buttock (sciatic nerve) disappeared, the cramps hardly wake me up anymore, the middle finger is giving way, it almost doesn't even trick anymore, my neck doesn't hurt anymore and my lower back, there it goes, better, better and better.

My body feels grateful, I feel that my mind is more awake, I have new friends where companionship, word games, laughter and hugs make me feel very good. My overall health is better every day, today I say to myself, why did I miss all that?

Among so many things, because forming a habit is hard, finding the motivation to go out and exercise your body can be uphill, especially when we prioritize other things and not ourselves.

I must admit that the book Atomic Habits by James Clear has helped me in this matter of constancy, because that's what it's all about, to go step by step, with small goals and small achievements with a fixed focus on a bigger goal, which in my case is, every day to feel good and reach the age I have to reach, being worthy of myself.

Saludos amigos de @silverbloggers.

Hoy, bien tempranito, antes de las siete de la mañana, salí para la clase de yoga, luego del saludo y una corta meditación, la maestra, nos recordaba que ayer, 6 de abril, se celebró el Día Mundial de la Actividad Física.

La celebración nace para despertar conciencia sobre la salud integral y para ello es imprescindible “mover ese cuerpito”, ese lugar único y sagrado que muchos llaman nuestro templo.

Todos conocemos de los múltiples beneficios que nos trae el ejercicio físico, no hay espacio, cuando hablamos de salud, donde no se pregone. Si vamos al médico, nos lo recomienda como parte del tratamiento, si entramos en las redes, llueven los ejercicios para cada dolencia y la promesa que con su práctica recuperarás no solo una mejor movilidad, la disminución de dolores y una energía vital que te hará sentir mejor contigo mismo y los demás.

¿Qué decir de los amigos, conocidos y familiares? Pues todo el mundo tiene una receta, aunque se les vea por encima que no hacen nada de ejercicio o muy poco, igual la teoría la dominan y lanzan la receta: que no duermes bien, haz estos ejercicios; que te duele la rodilla, estos son buenísimos; que el nervio ciático está intenso, estos ejercicios son los mejores y así para cada dolencia te van dando muchas alternativas y se les agradece.

Como buena representante del género humano, no voy a ser la excepción y te quiero comentar mi experiencia. El asunto está en que sabemos lo que “debemos” hacer para conservar y tener mayor salud, “el problema” es que no encontramos el momento, lugar, ni la disposición interior para hacerlo.

De todas las actividades físicas que he realizado en mi vida la única en la que he sido constante es el salir a caminar y para ser honesta lo hago más por agarrar el aire fresco de la mañana, contemplar la salida del sol, extasiarme en la belleza del cielo, la hermosura de los árboles, flores, pajaritos y tantas cosas que disfruto en ese momento.

¿Pero sabes qué? Eso no me quita el dolor del cuello, ni el de cintura, ni el de los pies y menos el molesto agarrotamiento de un dedo de mi mano derecha, que dice presente cuando menos lo espero. Gracias a Dios, ninguna de estas dolencias me ha inhabilitado y bueno, un diclofenac, cada tantos días, hace que mi hermoso cuerpo adormezca el dolor y siga para delante.

Pero la mente no se adormece de manera tan sencilla y cada día llegaban esos pensamientos quisquillosos diciéndome: ¡Chica, hasta cuando!, ¿no ves que el cuerpo se te está desbaratando? Y yo, pues, muy respetuosamente la tranquilizaba diciéndole: —Es verdad, mañana comienzo—, y mañana eran días, meses, años, ciertamente, algún día me levantaba con ánimo y hacía un poco de estiramientos, pero nada de continuidad.

El 3 de enero, decidí ir al yoga, disciplina que abandoné hace aproximadamente cuatro años. En estos tres meses mi cuerpo ha mejorado notablemente: la puntada en la nalga (nervio ciático), desapareció, los calambres ya casi no me despiertan, el dedo medio va cediendo, ya casi ni se engatilla, el cuello no me duele y la espalda baja, ahí va, mejor, mejor y mejor.

Mi cuerpo se siente agradecido, siento que mi mente está más despierta, tengo nuevos amigos donde el compañerismo, los juegos de palabras, las risas y los abrazos me hacen sentir muy bien. Mi salud integral es cada día mejor, hoy me digo, ¿por qué me he perdido de todo eso?

Entre tantas cosas, porque formar un hábito cuesta, encontrar la motivación para salir a ejercitar tu cuerpo puede ser cuesta arriba, sobre todo, cuando priorizamos otras cosas y no a nosotros mismos.

Debo reconocer que para esto de la constancia me ha ayudado el libro Hábitos atómicos de James Clear, porque de eso se trata, de ir paso a paso, con pequeñas metas y pequeños logros con el enfoque fijo de una meta mayor que en mi caso es, cada día sentirme bien y llegar a la edad que tenga que llegar, valiéndome por mí misma.