Sounds I missed||Sonidos que extrañaba

Greetings, friends of @silverbloggers.

Every home has its peculiar sounds, we get used to them to such an extent that they form a harmonic cadence that tells us the routine of the one who produces it and gives us a certainty that everything is going well.

In my home there are two of us, my husband and I, with different habits, for example, when it comes to waking up. I am an early riser, and he does well getting up at nine o'clock in the morning. He hears when I open the door at 6:30 a.m. to go for a walk or on the days I go to yoga class and at 8:30 a.m., he also knows I'm back.

Similarly, already at 9 am, while I am already in my workspace, I begin to hear the sounds of his routine, going to the bathroom, getting to the kitchen, warming a glass of water, his exit to the patio to drink it receiving the sunlight, his return to the kitchen to assemble and prepare his breakfast. There she looks out into the living room and we greet each other.

We are soft sounds and movements, the outside sounds bother us, him more than me, to be honest, most of the time I'm so involved in my own business that I don't even hear them.

This weekend the routine was broken, especially the sound routine. From Friday until yesterday, Monday, we had an aunt, her son-in-law and her grandson, a ten-year-old boy, visiting us. Having a child at home was filling us with a whole world of natural sounds that we had not heard for years.

There were moments when I connected with the past and a little bit of longing came remembering my children, but really it was the joy, the dominant emotion, what a spoiled grandmother, all her gestures, words, laughter, it was funny.

His running down the stairs, his shouting for his dad to help him with something, his hitting the wall with his soccer ball and his insistence to be taken to a nearby field to play for a while.

The laughter he would give when playing UNO, making a good play or winning, his words of frustration when he was losing, watching him climb on a big rock and imitate the song of a bird trying to attract it?

All of them, all of them, are sounds of life, of joy, of that energy that unfolds, that whether you want it to or not, “infects” you, sounds that I had not heard so close for a long time and that I didn't know I missed.

The experience was rewarding for everyone. A family reunion where you value every moment as positive. It was tender and comforting that Andres is a loving child, he hugged us and called us uncles, these hugs had a sweet taste and sounded like those first rains that revive nature.

Definitely, children with their spontaneity and innocence make me believe and trust in a kinder world.

Saludos amigos de @silverbloggers.

Cada hogar tiene sus sonidos peculiares, nos acostumbramos a ellos a tal punto que forman una cadencia armónica que nos va indicando la rutina de quien la produce y nos da una certeza de que todo marcha bien.

Mi hogar somos dos, mi esposo y yo, con hábitos distintos, por ejemplo, en lo que se refiere a horas de despertarnos. Yo soy madrugadora y a él le va bien levantarse a golpe de nueve de la mañana. El escucha cuando abro la puerta a las 6:30 am. para irme a caminar o los días que voy a la clase de yoga y a las 8: 30 am, también sabe que regresé por los sonidos que produzco al entrar.

De igual manera, ya a la 9 de la mañana, mientras estoy ya en mi espacio de trabajo, comienzo a escuchar los sonidos de su rutina, la ida al baño, llegar a la cocina, entibiar un vaso de agua, su salida al patio para bebérsela recibiendo la luz del sol, su retorno a la cocina para montar y preparar su desayuno. Allí se asoma al salón y nos saludamos.

Somos de sonidos y movimientos suaves, los sonidos del exterior nos molestan, a él más que a mí, que para ser sincera, la mayoría de las veces estoy tan metida en lo mío que ni los escucho.

Este fin de semana la rutina se rompió, sobre todo la sonora. Desde el viernes hasta ayer lunes tuvimos de visita a una tía, su yerno y su nieto, un niño de diez años. Tener un niño en casa fue llenarnos de todo un mundo de sonidos naturales que teníamos años que no escuchábamos.

Hubo momentos en que me conecté con el pasado y llegó un poco de añoranza recordando a mis hijos, pero realmente fue la alegría, la emoción dominante, cuál abuela consentidora, todos sus gestos, palabras, risas, me causaban gracia.

El bajar las escaleras corriendo, el llamar a su papá a gritos para que lo auxiliara en algo, el golpear la pared con su pelota de futbol y su insistencia para que lo llevaran a una cancha cercana a jugar un rato.

Las carcajadas que daba cuando jugando UNO, hacía una buena jugada o ganaba, sus palabras de frustración cuando iba perdiendo, verlo montarse en una gran piedra e imitar el canto de un pájaro buscando atraerlo.

Todos, todos, son sonidos de vida, de alegría, de esa energía que se despliega, que quieras o no te “contagia”, sonidos que tenía mucho tiempo, que no escuchaba tan de cerca y que no sabía que extrañaba.

La experiencia fue gratificante para todos. Un reencuentro familiar donde valoras como positivo cada momento. Fue tierno y reconfortante que Andrés sea un niño cariñoso, nos abrazaba y nos llamaba tíos, estos abrazos tenía un sabor dulce y sonaron a esas primeras lluvias que reviven la naturaleza.

Definitivamente, los niños con su espontaneidad e inocencia me hacen creer y confiar en un mundo más amable.