Memoir monday #31. Pets [ENG-ESP]
Greetings, friends of Silver Bloggers.
Here we are in a new week with a theme that invites us to remember those special beings that we bring to our homes and with whom we build good and beautiful moments: pets.
In my mother's house we always had big and small dogs, I remember them with much affection but with little commitment on my part to take care of them beyond the obligations imposed by my mom.
Speaking of these imposed obligations, I remember that on one occasion, after a torrential downpour, the river that crossed, on one side of the plot of our house, brought us a small pig. My mother caught him and put him in the dogs' house that was fenced in, we immediately adopted him and named him Chancho.
From that day on and for more than a year we had the obligation to wash the “corral”, my mom with her small army of five children assigned each of us one day a week to fulfill this duty, the truth is that I do not remember anyone complaining, we did it with love and every day we loved Chencho more, he was white, with one blue eye and one brown eye, he let himself be bathed and pampered like a beautiful baby.
The sad part of this story was when we found out that Chencho would be the Christmas dinner that year. The day he was sacrificed we couldn't stop crying and we refused to eat him, a family trauma, I don't have this dear pig as my first pet, because he belonged to all of us.
My first pet, really mine, was a beautiful German shepherd dog. I was about fourteen years old and I belonged to the volleyball team in my community. We had a coach who was a physical education teacher at a well-known Jesuit school in the city.
Professor Funes came to the court twice a week to train us and after the day it was common for some of the families to invite him to their homes for lunch or at least to have a coffee with the family.
One of the many times he came to my house he asked me if I wanted a dog, he told me that it was a German shepherd, a puppy that belonged to the school where he worked, that the dog was trained, but that it was too tame for the guardian purposes required by the institution.
I asked my mom if I could take him in, she said yes, as long as I took care of him, which I gladly accepted. When they brought me the dog, it was love at first sight.
I named him Lauco, a name I chose from an atlas I frequently reviewed and at the time I was reading about some picturesque towns in Italy. Lauco turned out to be affectionate and protective, as this was part of his training.
I remember that, at that time, burning was used as a method of cleaning the yards, ours had more than 70 fruit trees among them twenty-seven mangoes of different species, although only the paths were swept, the volume of leaves exceeded the limits, so the method to remove the leaves was burning.
Lauco became desperate in this activity, as soon as he glimpsed the fire and one approached, he began to grab us by the clothes and pulled us, seeking to protect us, we had to calm him down and I even took him to another area, because his restlessness was excessive.
If I was in the yard and my mother arrived, while she was parking, the dog would stand in front of me like a barrier, he would not let me get close, only when he heard my mother turn off the car, he would get out and we would go to greet her with great joy.
It was a pet that I loved very much, because the fact that it was so protective, that it took care of us from any danger, made me feel more attached to it, I felt that it loved us and gave us great security in the house. This will always be my first pet.
En Español
Saludos amigos de Silver Bloggers.
Aquí estamos en una nueva semana con un tema que nos invita a recordar a esos seres especiales que llevamos a nuestros hogares y con quienes construimos buenos y bellos momentos: las mascotas.
En mi casa materna siempre tuvimos perros grandes y pequeños, los recuerdo con mucho cariño pero con poco compromiso de mi parte para cuidarlos y atenderlos más allá de las obligaciones impuestas por mi mamá.
Hablando de estas obligaciones impuestas, recuerdo que en una oportunidad, después de un torrencial palo de agua, el río que cruzaba, por un lado, de la parcela de nuestra casa, nos trajo un pequeño cerdo. Mi mamá lo agarró y lo metió en la casa de los perros que estaba cercada, nosotras enseguida lo adoptamos y le colocamos por nombre Chancho.
A partir de ese día y por algo más de un año teníamos la obligación de lavar el “corral”, mi mamá con su pequeño ejército de cinco hijos nos asignó, a cada uno, un día a la semana para cumplir con este deber, la verdad es que no recuerdo que alguien se quejara, lo hacíamos con cariño y cada día queríamos más a Chencho, que era blanco, con un ojo azul y otro marrón, se dejaba bañar y consentir como un hermoso bebé.
Lo triste de esta historia fue cuando nos enteramos que Chencho sería la cena navideña de ese año. El día que lo sacrificaron no parábamos de llorar y nos negamos a comérnoslo, todo un trauma familiar, a este querido cerdo no lo tengo como mi primera mascota, pues era de todos.
Mi primera mascota, realmente mía, fue un hermoso perro pastor alemán. Yo andaba por los catorce años y pertenecía al equipo de voleibol de mi comunidad. Teníamos un entrenador que era profesor de educación física en un reconocido colegio jesuita de la ciudad.
El profesor Funes, llegaba a la cancha dos veces a la semana para entrenarnos y luego de la jornada era común que alguna de las familias lo invitara a comer a sus casas o por lo menos a tomarse un café con la familia.
En una de las tantas veces que fue a mi casa me preguntó si quería un perro, me comentó que era un pastor alemán, un cachorro que pertenecía al colegio donde trabajaba, que el perro estaba entrenado, pero que resultó muy manso para los fines de guardián que requería la institución.
Le pregunté a mi mamá si podía recibirlo, me dijo que sí, siempre y cuando yo me hiciera cargo de él, lo cual acepté encantada. Cuando me trajeron el perro fue amor a primera vista.
Lo llamé Lauco, nombre que escogí de un atlas que revisaba con frecuencia y en ese momento estaba leyendo sobre algunos pueblos pintorescos de Italia. Lauco resultó ser cariñoso y protector, pues esto era parte de su entrenamiento.
Recuerdo que, en aquel tiempo, se usaba la quema como método de limpieza de los patios, el nuestro tenía más de 70 árboles frutales entre ellos veintisiete mangos de distintas especies, aunque solo se barrían los caminos, el volumen de hojas sobrepasaba los límites, , así que el método para eliminar las hojas era la quema.
Lauco se desesperaba en esta actividad, en lo que vislumbraba el fuego y que uno se acercara, comenzaba a garrarnos de la ropa y nos jalaba, buscando de protegernos, había que calmarlo e incluso me lo llevaba para otra zona, pues su inquietud era desmedida.
Si estaba en el patio y mi mamá llegaba, mientras se estacionaba, el perro se ponía ante mí como una barrera, no me dejaba acercarme, solo cuando escuchaba que mi mamá apagaba el carro, se quitaba e íbamos a recibirla con gran alboroto.
Fue una mascota que quise mucho, pues el hecho de que fuera tan protectora, que nos cuidara de cualquier peligro, hacía que me uniera más a él, sentía que nos amaba y nos daba gran seguridad en la casa. Esta será siempre mi primera mascota.
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Fuente de imágenes: Creadas con Bing. IA.
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Increíble el instinto.protector de Lauco
Una mascota ideal para los niños.
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Es impresionante como los perros llegan a establecer relaciones con las personas, tienen una gran idea de la protección. Gracias por compartir estimada @damarysvibra. Un fuerte abrazo.