El próximo domingo cumplirá 39 años mi segundo hijo. Nació el día 3, del mes 3, a las 3 de la madrugada. Tengo cuatro hijos, tres fueron con cesárea menos él que fue el único que nació por parto natural.

A las ocho de la noche del primer día de marzo de 1985, comenzaron los dolores. Tenía fijada una cesárea, porque ya tenía la de mi hija mayor. Lo común es que si el primero nació por cesárea los demás vendrán de la misma manera hasta llegar a tres.

Pasé toda la noche con molestias y dolores de parto, y con las contracciones que para mí eran algo nuevo, porque con la hija mayor no tuve ningún tipo de dolor, pero sí ruptura de fuente, por lo que se había hecho la cesárea. A primera hora me fui al hospital con mi informe del médico tratante, que me había prometido estar en el hospital cuando llegara el momento. (Nunca llegó)

Estaba muy nerviosa, antes de mí estaban revisando a otra mujer, y escuchaba los gritos del médico, un maracucho, que decía: «no me toqueis, que me contamináis», eso me alteró más. No me gusta la gente que grita.

Al llegar mi turno el médico vio los papeles, y me dijo que me retirara y volviera en la tarde, que apenas estaba comenzando el trabajo de parto. Le traté de explicar lo de la cesárea, pero no me dejó hablar, repitió lo mismo, que en la tarde estaría el médico de guardia y me atendería, que fuera después de las seis. Me fui a casa. Llamamos al médico que me había controlado todo el embarazo, él decía que no le correspondía guardia ese día.

Cuando regresé a la hora fijada ya estaba el doctor, quien haría la cesárea, él me vio y con voz áspera dijo enfático: «esta mujer puede parir». Rompió las membranas para acelerar el parto y se fue. Luego supe, que su molestia se debía, a que en la noche había hecho una cesárea y la paciente había muerto.

Me ubicaron en un cuarto lleno de camas, con mujeres que gemían y gritaban. Al lado mío estaba una mujer que llamaba: «enfermera, enfermera», pero no venía nadie, hasta que escuché el sonido de un líquido cayendo al piso, había parido, y allí sí apareció una enfermera que la regañó y se la llevó con el bebé a otro sitio.

Cada vez que se me acercaba alguna enfermera le pedía que no me dejaran parir sola. Esta sala se llenaba de mujeres, que daban a luz y las sacaban de allí, y yo nada. La médico residente, me pedía que no pujara porque tenía miedo de que se me abriera la cesárea anterior. Yo resistía aquellos dolores terribles, realmente asustada. Así pasé todo el día 2, cada rato me enjuagaba la boca, tenía mucha sed, pero no me dejaban tomar agua, por la posible cesárea.

_{Aquí con sus hermanos, el más pequeño es un primo.}

Casi a las tres de la madrugada viene de nuevo la doctora y me dice que me van a llevar a rayos equis, a ver por qué la barriga sube, cuando debería estar más baja. Cuando me subieron a la camilla para hacer la placa, se presentó el momento del parto, y muy rápido me subieron a otra camilla y corrieron conmigo por esos pasillos de vuelta a la habitación donde había estado antes y de ahí a la sala de parto.

Ya en ese momento no sentía dolor, una preocupación inmensa por el estado de mi bebé era lo único que sentía. Nació y lo colocaron sobre una especie de pretil, lo dejaban solo mientras se movían de un lado a otro y yo pendiente de que no se fuera a caer de ahí, se reían de mí, por mi absurda preocupación.

Escuché que lloró como un gato pequeño. Vi su carita de perfil y su abundante cabellera y una sensación de felicidad absoluta, un amor extraordinario, un agradecimiento a todos los que habían estado allí y que al final no me dejaron sola, me envolvió por completo. Al bebé lo llevaron a un lugar específico y a mí a un cuarto con otras madres a recuperarme. Me dieron de alta a las veinticuatro horas y al bebé a las cuarenta y ocho, era la política de ese hospital en aquel momento. Allí pude tenerlo en mis brazos y sentirlo.

Cada vez que se acerca la celebración de otro cumpleaños, todos estos recuerdos llegan a mi mente nítidos y precisos. Al final todo salió bien. Nació José Leonardo un hombre que admiro tanto, tanto, tanto.

Next Sunday my second son will turn 39 years old. He was born on the 3rd, of the 3rd month, at 3 in the morning. I have four children, three were by cesarean section except him who was the only one who was born by natural birth.

At eight o'clock at night on the first day of March 1985, the pain began. I had planned a cesarean section, because I already had my eldest daughter's. The common thing is that if the first was born by cesarean section, the others will come in the same way until there are three.

I spent the entire night with discomfort and labor pain, and with contractions that were something new for me, because with my eldest daughter I didn't have any type of pain, but my water did break, which is why the cesarean section had been performed. First thing in the morning I went to the hospital with my report from the treating doctor, who had promised to be at the hospital when the time came. (Never arrived)

I was very nervous, before me they were checking another woman, and I heard the screams of the doctor, a maracucho, who said: "don't touch me, you'll contaminate me", that upset me more. I don't like people who shout.

When my turn came, the doctor saw the papers, and he told me to leave and come back in the afternoon, as labor was just beginning. I tried to explain to him about the cesarean section, but he didn't let me talk, he repeated the same thing, that in the afternoon the doctor would be on duty and would treat me, that it would be after six. I went home. We called the doctor who had monitored me throughout the pregnancy, he said that he was not on duty that day.

When I returned at the appointed time, the doctor who would perform the cesarean section was already there. He saw me and with a harsh voice said emphatically: "this woman can give birth." He ruptured the membranes to speed up labor and left. Later I learned that his discomfort was due to the fact that he had performed a cesarean section that night and the patient had died.

They placed me in a room full of beds, with women who moaned and screamed. Next to me was a woman who called: "nurse, nurse", but no one came, until I heard the sound of a liquid falling to the floor, she had given birth, and there a nurse appeared who scolded her and took her away with her. baby somewhere else.

Every time a nurse approached me, she asked them not to let me give birth alone. This room was filled with women, who gave birth and were taken out of there, and I was nothing. The resident doctor asked me not to push because she was afraid that my previous cesarean section would open. I resisted those terrible pains, really scared. That's how I spent the entire day 2, I rinsed my mouth every so often, I was very thirsty, but they wouldn't let me drink water, due to the possible cesarean section.

_{Here with his brothers, the youngest is a cousin.}

Almost at three in the morning the doctor comes again and she tells me that they are going to take me for X-rays, to see why my belly is rising, when it should be lower. When they put me on the stretcher to do the X-ray, the moment of delivery came, and very quickly they put me on another stretcher and ran with me through those corridors back to the room where I had been before and from there to the delivery room.

At that moment I didn't feel pain, immense concern for my baby's condition was the only thing I felt. She was born and they placed him on a kind of parapet, they left him alone while they moved from one side to the other and I made sure he didn't fall from there, they laughed at me, for my absurd concern.

I heard he cried like a little cat. I saw his profile face and his abundant hair and a feeling of absolute happiness, an extraordinary love, a gratitude to everyone who had been there and who in the end did not leave me alone, completely enveloped me. They took the baby to a specific place and they took me to a room with other mothers to recover. They discharged me at twenty-four hours and the baby at forty-eight, it was the policy of that hospital at that time. There I could hold him in my arms and feel him.

Every time another birthday celebration approaches, all these memories come to my mind clear and precise. In the end everything went well. José Leonardo was born, a man that I admire so, so, so much.