A bicycle, a candy and Copenaghen -EN-ES-

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Copenhagen was a wonderful experience, full of unforgettable moments and exciting discoveries. From the moment I arrived, I knew there was something special about this city. The combination of its historic architecture and vibrant modern life captivated me from the very first moment.

One of the highlights of my trip was visiting an amazing record store. I have always been passionate about music, and finding such a unique record store was like entering a musical paradise. The record store was tucked away on a quiet street, but from the moment I walked in, I knew I had found a treasure. The walls were covered with shelves filled with vinyls of every genre imaginable. I spent hours exploring, searching through the records and finding gems I didn't even know existed. The collection was impressive, from rock classics to jazz rarities to electronic music to movie soundtracks.

Every record I pulled off the shelves told me a story. I found some albums I had been looking for for years and others that pleasantly surprised me. The atmosphere of the store was magical, with soft music in the background and retro decor that transported me to another era. I went crazy with happiness when I found a rare edition of one of my favorite albums. The store owner, a true music lover, shared with me some anecdotes and recommendations that made the experience even more enriching. I left the record store with a bag full of vinyls and a smile on my face, knowing that I had lived a special moment.

After that incredible musical experience, I was lucky enough to visit a candy store called Karamelleriet. This place was not just a candy store; it was a sanctuary for candy lovers. From the moment I walked in, the sweet aroma and the sight of the colorful candies made me feel like a kid in a candy store. But what made this visit truly special was having the opportunity to see the "back off" of the candy store.

The staff at Karamelleriet was incredibly friendly and allowed me to see how the candies are made from scratch. The process is quite an art, and I was amazed at the amount of care and precision that goes into creating each candy. From mixing the ingredients to the moment the caramels take shape, each step was fascinating. Watching the hot caramel being poured into the molds and cooling into those delicious candies was a magical experience. And, of course, tasting the freshly made caramels was the perfect finishing touch. I left Karamelleriet with a bag full of candy and a new appreciation for the art of candy making.

One of the most charming aspects of Copenhagen is the ease with which you can tour the city by bicycle. I decided to rent one and spend the day exploring the city this way. Biking around Copenhagen is a magical experience. The city is perfectly designed for cyclists, with safe and well-marked bike lanes everywhere. I felt like a local, riding through picturesque streets, past canals and parks, and discovering hidden corners.

One of the most special moments was watching the sunset in the city with some friends. We headed to one of the many bridges that cross the canals and found a perfect spot to sit and enjoy the natural spectacle. The sky was tinged with warm colors, reflecting in the water of the canal and creating an atmosphere of tranquility and beauty. Being there, surrounded by friends, sharing laughter and admiring the view, was a moment of pure bliss.

To close that perfect day, we decided to go to a local bar where there was a concert by an Argentine band. The place was full of Argentines, which gave it a sense of familiarity and community. The music was vibrant and energetic, and the crowd was totally into it, singing and dancing enthusiastically. It was a piece of Argentina in the heart of Copenhagen. Drinking beer, enjoying live music and feeling surrounded by compatriots was the perfect way to end the day. The atmosphere was one of pure joy and celebration, and I couldn't help but feel proud of our roots and to share that experience with so many people who shared my culture.

Copenhagen left me with a lasting impression. The mix of its history, its modernity, and the warmth of its people made this trip very special. From the energy of the nightlife to the sweetness of the handmade candies, to the freedom of exploring the city by bike and the charm of sharing moments with friends, every part of this trip contributed to memories I will treasure forever.

I left Copenhagen with a smile on my face and a suitcase full of unforgettable experiences. Without a doubt, it is a city that left me wanting to return and continue discovering all it has to offer.


Spanish version


Copenhague fue una experiencia maravillosa, llena de momentos inolvidables y descubrimientos emocionantes. Desde el momento en que llegué, supe que esta ciudad tenía algo especial. La combinación de su arquitectura histórica y su vibrante vida moderna me cautivó desde el primer instante.

Uno de los momentos más lindos de mi viaje fue la visita a una disquería increíble. Siempre he sido un apasionado de la música, y encontrar una tienda de discos tan única fue como entrar en un paraíso musical. La disquería estaba escondida en una calle tranquila, pero desde el momento en que entré, supe que había encontrado un tesoro. Las paredes estaban cubiertas de estantes repletos de vinilos de todos los géneros imaginables. Pasé horas explorando, buscando entre los discos y encontrando joyas que ni siquiera sabía que existían. La colección era impresionante, desde clásicos del rock hasta rarezas del jazz, pasando por música electrónica y bandas sonoras de películas.

Cada disco que sacaba de los estantes me contaba una historia. Encontré algunos álbumes que había estado buscando durante años y otros que me sorprendieron gratamente. La atmósfera de la tienda era mágica, con música suave de fondo y una decoración retro que me transportó a otra época. Me volví loco de felicidad cuando encontré una edición rara de uno de mis álbumes favoritos. El dueño de la tienda, un verdadero amante de la música, compartió conmigo algunas anécdotas y recomendaciones que hicieron la experiencia aún más enriquecedora. Salí de la disquería con una bolsa llena de vinilos y una sonrisa en el rostro, sabiendo que había vivido un momento especial.

Después de esa increíble experiencia musical, tuve la suerte de visitar una caramelería llamada Karamelleriet. Este lugar no era una simple tienda de caramelos; era un santuario para los amantes de los dulces. Desde el momento en que entré, el aroma dulce y la vista de los coloridos caramelos me hicieron sentir como un niño en una tienda de golosinas. Pero lo que hizo esta visita verdaderamente especial fue tener la oportunidad de ver el "back off" de la caramelería.

El personal de Karamelleriet fue increíblemente amable y me permitió ver cómo se hacen los caramelos desde cero. El proceso es todo un arte, y me sorprendió la cantidad de cuidado y precisión que se necesita para crear cada dulce. Desde la mezcla de los ingredientes hasta el momento en que los caramelos toman forma, cada paso fue fascinante. Ver cómo se vertía el caramelo caliente en los moldes y cómo se enfriaba hasta convertirse en esos deliciosos dulces fue una experiencia mágica. Y, por supuesto, probar los caramelos recién hechos fue el toque final perfecto. Me fui de Karamelleriet con una bolsa llena de dulces y una nueva apreciación por el arte de hacer caramelos.

Uno de los aspectos más encantadores de Copenhague es la facilidad con la que se puede recorrer la ciudad en bicicleta. Decidí alquilar una y pasar el día explorando la ciudad de esta manera. Andar en bicicleta por Copenhague es una experiencia mágica. La ciudad está perfectamente diseñada para los ciclistas, con carriles bici seguros y bien señalizados por todas partes. Me sentí como un local, recorriendo calles pintorescas, pasando por canales y parques, y descubriendo rincones ocultos.

Uno de los momentos más especiales fue ver el atardecer en la ciudad con algunos amigos. Nos dirigimos a uno de los muchos puentes que cruzan los canales y encontramos un lugar perfecto para sentarnos y disfrutar del espectáculo natural. El cielo se tiñó de colores cálidos, reflejándose en el agua del canal y creando una atmósfera de tranquilidad y belleza. Estar allí, rodeado de amigos, compartiendo risas y admirando la vista, fue un momento de pura felicidad.

Para cerrar ese día perfecto, decidimos ir a un bar local donde había un recital de una banda argentina. El lugar estaba lleno de argentinos, lo que le dio una sensación de familiaridad y comunidad. La música era vibrante y llena de energía, y el público estaba totalmente entregado, cantando y bailando con entusiasmo. Fue un pedazo de Argentina en el corazón de Copenhague. Tomar cerveza, disfrutar de la música en vivo y sentirme rodeado de compatriotas fue la manera perfecta de terminar el día. La atmósfera era de pura alegría y celebración, y no pude evitar sentirme orgulloso de nuestras raíces y de compartir esa experiencia con tantas personas que compartían mi cultura.

Copenhague me dejó con una impresión duradera. La mezcla de su historia, su modernidad, y la calidez de su gente hizo de este viaje algo muy especial. Desde la energía de la vida nocturna hasta la dulzura de los caramelos artesanales, pasando por la libertad de explorar la ciudad en bicicleta y el encanto de compartir momentos con amigos, cada parte de este viaje contribuyó a crear recuerdos que atesoraré siempre.

Me fui de Copenhague con una sonrisa y una maleta llena de experiencias inolvidables. Sin duda, es una ciudad que me dejó con ganas de volver y seguir descubriendo todo lo que tiene para ofrecer.

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