Fuego sangre y chocolate - relato

Era una noche fría y lluviosa. Ayami caminaba por las calles vacías de la ciudad, envuelta en su abrigo negro. En sus manos llevaba una caja de bombones, un regalo para su novio, que la esperaba en su apartamento.

Ayami estaba enamorada de Axel, un joven escritor que había conocido en una librería hacía unos meses. Le había dedicado su último libro, una novela de terror sobre vampiros. Adoraba sus historias, aunque a veces le daban miedo.

Al llegar al edificio donde vivía Axel, Ayami pulsó el interfono varias veces, pero por más que intentó comunicarse, no hubo respuesta. Extrañada, esperó a que alguien abriera la puerta trasera y subió las escaleras hasta el sexto piso. Se dio cuenta de que la puerta del apartamento estaba entreabierta, así que entró con cautela, llamaba a su novio y sentía que el corazón le latía muy deprisa.

—Axel, ¿estás ahí? —preguntaba ella.

Pero no obtuvo respuesta. Ayami siguió caminando por el pasillo, iluminado por una tenue luz celeste. Cuando llegó al salón, se quedó atónita al descubrir que, en el sofá, yacía el cuerpo de su amado Axel, cubierto de sangre. Junto a él, había una extraña mujer de piel pálida y ojos rojos, que le sonreía con malicia.

—Hola, Ayami —dijo la mujer—. Me alegro de que hayas venido. Te estábamos esperando.

De pronto, Ayami identificó a la dama. Era Elena, la exnovia de Axel, quien también ejercía como escritora. Sabía que estaba obsesionada con él, y que nunca había aceptado que Axel rompiera su tóxica relación. Asimismo, recordó que también conocía su secreto, ya que una noche de copas su novio le reveló que Elena era un vampiro.

—¿Qué le has hecho? —gritó Ayami, dejando caer la caja de bombones.

—Él ahora me pertenece y pronto tú también —dijo Elena.

Elena se abalanzó sobre ella con enormes colmillos, dispuesta a morderla. Ayami se defendió como pudo, arañando y pateando a la mujer bestial. En el forcejeo, la caja de bombones se abrió y los chocolates se esparcieron por el suelo. Uno de ellos llamó la atención de Ayami, era un bombón con forma de corazón, que tenía una etiqueta que decía: "Te quiero". Recordó que era el favorito de Axel y que lo había comprado especialmente para él.

Entonces se liberó del agarre de Elena rompiéndole una pieza de arte en la cabeza y aprovechó ese momento de confusión para coger el pequeño bombón y acercarse a su novio. Lo introdujo en su boca y, aunque respiraba débilmente, lo besó con ternura.

—Amor, por favor, despierta —le susurró. Come, es mi regalo para ti.

Axel abrió los ojos y vio a su amada Ayami. Reconoció su voz, su olor, su sabor. Mordió el bombón y sintió un dulce calor en el pecho. Era el amor que ella siempre le otorgaba con el hecho de aparecer, era la misma sensación que su novia le proporcionaba, que lo llenaba de felicidad.

El hombre se incorporó y abrazó a su novia, pero en ese momento apareció la vampira para retomar su objetivo. Axel la empujó y Elena cayó al suelo, sorprendida y aún más furiosa.

—¿Qué has hecho? —exclamó Elena—. ¿Cómo pudiste resistirte a mis órdenes?

—Porque él me ama —dijo Ayami—. Y yo lo amo a él. Tu sangre o tu veneno nunca podrán competir con nuestro amor ni con el chocolate.

Elena, furiosa, comenzó a transformarse en algo peor. Los colmillos de su boca crecían, sus garras comenzaron a crecer también, sus ojos parecían sobresalir de su posición, era obvio que se preparaba para devastarlos a ambos. Ayami veía su vida pasar como un clip de película por su mente, sabía que era el final y tenía miedo. De repente oyó crujir algo detrás y vio cómo Axel se lanzaba sobre el monstruo e incrustaba un trozo de madera en el pecho de Elena.

Elena gritaba de dolor, se preguntaba por qué lo había hecho si aún lo amaba y lo único que quería era estar a su lado. Gritaba, se retorcía y destrozaba todo lo que golpeaba, intentaba sacarse la tablilla de madera, pero no podía y empezó a ahogarse con su propia sangre negra. Ayami pensó que era como el chocolate cuando es líquido y sintió náuseas. De repente dejó de moverse, su cuerpo se desintegró, dejando solamente pequeñas partículas, un olor a carne y ropa quemada.

Axel y Ayami se abrazaron y se besaron. Luego se miraron a los ojos, dando a entender que él ya no era como ella, que lo que pasaría de ahí en adelante sería incierto y que sentía mucha hambre, por dentro luchaba por no morderla. Ayami lo entendió y decidió darle tiempo para que lidiara con lo que ahora cargaba. Axel volvió a besarla con mucha ternura, tenía los ojos muy rojos y llenos de lágrimas y, aunque no quería irse, tenía que hacerlo por el bien de su amor. Se acercaron a la ventana y observaron que la lluvia había cesado, la luna brillaba en el cielo, la noche era perfecta, pero no podían disfrutarla juntos. Así que Axel huyó por allí y se perdió entre las sombras.

Mientras Ayami con el corazón roto, le deseaba suerte y le imploraba que no la olvidara, que no olvidara que su amor era dulce como el chocolate, y apasionado como el color de la sangre que necesitaba para alimentarse.