[ESP] Los cinco gritos // relato

Cuando eres joven, te crees un alquimista moderno, un conquistador de mundos, te sientes invencible y te sumerges en el caos con la tonta idea de coleccionar experiencias.

Siempre nos atrajo la antigua mansión escondida en lo más profundo de aquel bosque rodeado de árboles retorcidos y sombras espeluznantes. Los lugareños decían que estaba maldita, que los gritos de los que habían entrado en ella nunca se apagaban del todo.

Me llamo Joel, y en total éramos cinco amigos deseosos de explorar aquella propiedad. Nos movía la curiosidad y la aventura juntos, más allá de las advertencias o los cuentos de terror.

Como turistas, ofrecimos una jugosa cantidad por los servicios de un guía, pero nadie se atrevió a aceptar la oferta. Así que estudiamos a fondo el mapa y, una vez listos sin perder más tiempo, decidimos partir esa misma tarde, con el sol, poniéndose tras los árboles retorcidos bajo nuestra propia responsabilidad, desafiando a todos a encontrar la mansión.
Ignorando las advertencias, cruzamos el umbral. El aire se cargó de una energía ominosa y los árboles parecieron lamentar nuestra visita. Sin embargo, nunca nos detuvimos hasta tener aquella majestuosidad frente a nosotros.

El primer grito llegó al abrir la puerta principal. Un eco agudo llenó el espacio, como si alguien hubiera quedado atrapado en un tormento eterno. Nos miramos, temblorosos, pero eso no nos detuvo, así que continuamos con risas nerviosas.

El segundo grito resonó en el pasillo. Era un lamento desgarrador, como si alguien hubiera perdido a un ser querido. Las velas parpadearon y las sombras se alargaron. Aun así, seguimos adelante, creo que queríamos demostrar que éramos muy valientes.

Llegamos al cuarto piso, y encontramos una habitación sellada. La cerradura estaba oxidada, pero uno de mis amigos consiguió golpearla con un objeto y logró abrirla. Cuando entramos, oímos el tercer grito, un alarido de agonía. Aunque la habitación estaba vacía, el aire estaba cargado de tristeza y desesperación.

Después de registrar toda la planta superior, bajamos y el cuarto grito nos siguió y nos hizo correr hasta una escalera oculta que descendía aún más. La oscuridad era palpable y el aire helado. El cuarto grito era un susurro incomprensible, como si alguien intentara comunicarse desde el más allá.

Luego llegamos a una cripta subterránea. En el centro, había un antiguo sarcófago. Me encargué de abrirlo, en él había una figura momificada que de pronto se alzó y sus ojos brillaron con furia. Retrocedí para avisar a mis amigos de que debíamos huir, pero para mi asombro no vi a los demás. Estaba completamente solo, me temblaban las piernas, pero mi instinto de supervivencia me impulsaba. Así que corrí frenéticamente y los gritos me acosaron, anduve por los oscuros pasillos, tropezando con muebles polvorientos y esquivando sombras. Los gritos resonaban en mis oídos y sentía que el aire se espesaba a cada paso. Finalmente, hallé una puerta trasera. La abrí y me impulsé al exterior, donde la luz de la luna me recibió como un refugio seguro.

Mientras recuperaba el aliento, analicé lo sucedido y me di cuenta de que cada grito dentro de aquella casa significaba la pérdida de uno de mis compañeros; quizá no se dieron cuenta de que sus almas ya no tenían cuerpo. Lo curioso es, ¿por qué seguí viéndolos a todos hasta que abrí aquel ataúd?

Ahora solamente quedo yo, el último grito, resonando en mi cabeza, un grito de rabia y venganza. Incluso en noches más oscuras, oigo los ecos de mis cuatro amigos, atrapados para siempre en la mansión maldita.

Sobreviví, pero estoy atormentado y cuando me piden que responda por los demás, cuento esta historia que nadie cree, porque sus familias, incluso la mía, piensan que yo los asesiné.