¿Somos lo que recordamos?


Detrás del Brillo Cripto

Vamos a hacer un viaje juntos, ¿te parece? Uno que nos va a llevar por esos caminos un poco enrevesados del tiempo... Imagínate que podemos correr esa cortinilla que tapa el pasado, no solo para mirar, sino para meternos de lleno, como si fuéramos exploradores buscando esas raíces que nos conectan con lo que somos ahora. Y al andar por esos pasillos viejísimos, vamos a ir viendo cómo cada cosita que oímos, cada sombra, cada historia que nos han contado de padres a hijos, todo eso ha ido formando el tejido complicado de lo que somos. No es solo un montón de fechas y cosas que pasaron; es como el horno donde se cocinaron nuestras identidades, las de cada uno y las del grupo. Cada decisión que se tomó, cada pelea que se luchó o se evitó, cada descubrimiento que se celebró, ha dejado una marca que no se borra, una vibración que todavía sentimos, ¡hasta en las células!, y que influye en cómo vemos el mundo que nos rodea.


De mi ámbum personal digitalizado.

Piensa un poco en cómo un país se ve a sí mismo a través de sus héroes de la historia, sus momentazos de gloria y esas tragedias que logró superar. Estas historias, que muchas veces se eligen con cuidado y se van puliendo con el tiempo y la intención, no son solo adornos culturales; son como el esqueleto que sostiene ese “nosotros”. Cuando un crío aprende la historia de su gente, no solo se aprende datos de memoria; se lleva para adentro un sentimiento de pertenencia, un puñado de valores y, muchas veces, ya se inclina a pensar el futuro de una manera u otra. Si la historia que le cuentan es una de ser siempre la víctima, ¿no crees que es fácil que esa identidad se llene de rencor o desconfianza, y que vea un futuro donde tenga que estar siempre a la defensiva y sospechando? Pero si, al contrario, la historia es de aguante y de salir adelante a pesar de todo, ¿no podría eso darle un aire de optimismo y una fe en que se pueden superar los problemas que vengan? Hay una frase de Cicerón que me encanta, de su obra De Oratore, que lo clava: “Historia vero testis temporum, lux veritatis, vita memoriae, magistra vitae, nuntia vetustatis” (La historia es, en verdad, testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, mensajera de la antigüedad). La historia, vista así, no es algo muerto y enterrado, sino una maestra bien viva que nos alumbra el camino.

Pero ojo, el pasado no es solo una lista de cosas que pasaron, por mucho que las interpretemos. Se mezcla, de una forma que casi no se puede separar, con algo todavía más viejo y profundo: los mitos. Esas historias primerísimas, que nacieron cuando la gente empezó a pensar, intentando encontrarle un sentido al jaleo, explicar lo que no se entendía y, de alguna forma, darnos un mapa para entendernos por dentro. Desde las grandes historias de Mesopotamia hasta los cuentos de cómo se creó el mundo de los pueblos indígenas de América, pasando por todos los dioses griegos y nórdicos, los mitos han sido el idioma con símbolos con el que la gente ha explorado sus miedos más gordos, sus sueños más altos y la vida misma. Carl Gustav Jung, ¡qué grande!, nos habló del inconsciente colectivo, ese almacén enorme de ideas y experiencias de nuestros antepasados que todos compartimos, donde los mitos son como su cara más visible. “El inconsciente colectivo”, decía Jung, “no se desarrolla individualmente, sino que es heredado. Consiste en formas preexistentes, los arquetipos, que solo secundariamente pueden volverse conscientes y dan forma definida a ciertos contenidos psíquicos”. Así que el héroe que se va a lo desconocido, el dios que se muere y vuelve a nacer, la madre tierra que nos da de comer y también nos devora, no son solo personajes de cuentos viejos; son como moldes básicos de lo que vivimos como humanos, y siguen ahí, dentro nuestro.

Y estos moldes de los mitos no se quedaron en papeles viejos y amarillos o en rituales que ya nadie recuerda. Se cuelan todo el rato en nuestra cultura de hoy, y muchas veces ni nos damos cuenta. A ver, ¿esa locura por los superhéroes no te suena al típico viaje del héroe de toda la vida, que se enfrenta a pruebas para salvar a su gente? ¿Y los dramones de traición y perdón que vemos en las series y pelis más famosas no te recuerdan a las viejas tragedias? Las historias que nos tragamos, desde los libros hasta el cine, desde los anuncios hasta los discursos de los políticos, están llenísimas de estas ideas de los mitos. Nos dan como un marco para entender lo bueno y lo malo, el sacrificio y la recompensa, el orden y el caos. Joseph Campbell, en “El poder del mito”, lo dijo muy clarito: “Los mitos son pistas hacia las potencialidades espirituales de la vida humana”. Son, vamos, mapas para el alma que nos guían, o a veces nos lían un poco, para entender el mundo y dónde pintamos nosotros en él.

Fíjate cómo la forma en que una cultura entiende sus mitos de origen puede marcar un montón su forma de ser como grupo y, por tanto, cómo ve el mundo. Un mito que habla mucho de conquistar y dominar puede hacer que la gente tenga una mentalidad de expandirse y, a lo mejor, un poco agresiva. Un mito que celebra estar en paz con la naturaleza podría crear una forma de pensar más de cuidar el planeta y respetar lo que nos rodea. Y cuando estas historias de los mitos se juntan con cómo se interpreta la historia, el golpe es aún mayor. Piensa en cómo algunas historias de verdad se elevan y se convierten casi en mitos fundacionales, cogiendo una fuerza simbólica que va más allá de los hechos puros y duros.

A ver, ¿te has fijado alguna vez en cómo los personajes de la historia acaban siendo como figuras de referencia, casi leyendas? Sus vidas se transforman en moralejas, en advertencias para el futuro. Y es que esa mezcla curiosa entre lo que fue historia pura y dura y lo que se convirtió en mito (¡y al revés, mitos que parecen historia!) es como el humus del que brota nuestra manera de pillar lo que nos rodea hoy en día.

Claro, si todo este rollo de la historia y los mitos nos cala tan hondo, ¿qué me dices del futuro que soñamos? Si somos, en gran medida, lo que nos contamos que fuimos y los cuentos que nos hemos tragado, ¿somos realmente libres para inventar futuros distintos a esos libretos que ya parecen hechos? Ya lo decía Santayana, ¿no? “Quien olvida su historia está condenado a repetirla”. Pero ojo, recordar no es solo tener buena memoria. Es analizarlo con lupa, verle las costuras, lo bueno y lo malo. Es caer en la cuenta de cómo esos relatos de antaño, los reales y los inventados, nos mueven los hilos por dentro, sin que ni nos enteremos, y marcan lo que vemos, lo que elegimos y lo que queremos.

Párate a pensar un momento: ¿cuántas veces un relato de esos de “destino manifiesto” o de ser “el pueblo elegido” ha justificado acciones y decisiones políticas, con finales de todo tipo, algunos para aplaudir y otros para echarse a llorar? Y es que estas ideas no son solo política pura y dura, ¡qué va! Tienen raíces en mitos superantiguos sobre nuestro papel en el mundo y esa sensación de ser “especiales”. Darnos cuenta de esto no es negar que existan, sino ponerles un foco encima, analizarlas con calma, cuestionarlas y, si toca, darles una vuelta. Porque sí, heredamos un montón de historias y mitos, pero también somos los guionistas del presente, ¡cada santo día! Cada nueva hornada de gente tiene la oportunidad, y yo diría que casi la obligación, de releer su pasado y decidir qué cachitos de esa herencia tan variopinta quiere usar para construir lo que vendrá.

Entonces, si le pillamos mejor el truco a cómo la historia y los mitos nos han ido haciendo, como somos por dentro y han pintado nuestras gafas para ver el mundo… ¿No crees que podríamos empezar a imaginar futuros con un poco más de coco, de ponernos en el lugar del otro, más a tono con los desafíos y las movidas buenas que nos trae este siglo XXI? Y, oye, ¿qué nuevas historias estamos cocinando hoy, en esta era de estar todos enchufados y con la tecnología que vuela? ¿Son cuentos de esperanza y de echarnos un cable, o más bien de trincheras y de canguelo? Las narrativas que elegimos, las que contamos sobre quiénes somos y de dónde venimos, no son moco de pavo; son las semillas de lo que recogeremos mañana. Este viaje en el tiempo no tiene parada final, ¡esto sigue! Las respuestas que andamos buscando no son un “y colorín colorado”, sino más bien farolillos que nos pican la curiosidad para seguir indagando, para no dejar de hacernos preguntas.

Cuando le damos una pensada a todo este tinglado, donde las huellas del pasado se notan en el presente y nos dan pistas sobre el futuro, ¿qué es lo que más te resuena? ¿Qué hebras de este tejido del tiempo te tocan la fibra sensible? A lo mejor, las preguntas que de verdad importan no son las que formulamos con palabras perfectas, sino esas que surgen en el silencio después de darle muchas vueltas, invitándonos a compartir lo que nos inquieta, lo que vemos claro y lo que no tanto. Sabiendo que, charlando, con calma y buen juicio, podemos encontrar nuevas rutas. Va, anímate: ¿Hay alguna historia, personal o colectiva, que sientas que te define un montón? ¿Y cómo crees que esa historia te está impulsando hacia adelante? ¿Hay algún mito de los antiguos que te flipa ver tan vigente hoy, o que incluso te da un poco de yuyu? Y la pregunta del millón: ¿cómo podemos, cada uno por su cuenta y todos a una, tomar las riendas de los relatos que contamos sobre nosotros mismos y del futuro que estamos garabateando ahora mismo, en este preciso instante?




El equilibrio “adecuado” es probablemente un tema de debate social continuo y dependerá de nuestros valores y prioridades. Requiere una cuidadosa consideración de los posibles beneficios y riesgos, así como una reflexión ética continua a medida que la tecnología avanza.

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Vamos, te esperamos en la Comunidad #Humanitas en su acostumbrada iniciativa de un tema para cada día. Quizá se anime la amiga @sacra97, @cositahermosa, @cirangela o la amiga @beaescribe.


INICIATIVA: Un temα pαrα cαdα dı́α (junio 2025)


Portada de la iniciativa




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Dedicado a todos aquellos que, día a día, con su arte, hacen del mundo un lugar mejor.





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