Humanidad y Aborto en tiempos digitales.
Vivimos en un mundo que gira acelerado por la tecnología y las redes sociales, donde la información circula a velocidades inusitadas, pero la profundidad de los vínculos parece erosionarse, en este entorno me pregunto qué significa ser humanista hoy, y digo que es como intentar sostener un faro en medio de una tormenta. Ser humanista, en el sentido más auténtico, no es solo cultivar conocimientos sobre arte, filosofía o literatura; es asumir una postura ética frente a la existencia, reconocer la fragilidad de la vida y comprometerse con su dignidad. En la actualidad, este concepto se amplía para abarcar una conciencia global: defender la empatía en una sociedad fragmentada, priorizar el bien común sobre los intereses individuales y cuestionar estructuras que perpetúan la desigualdad. Como dijo Albert Camus, “el humanismo es la afirmación de que la vida humana, y la vida en general, merecen respeto”, una afirmación que exige actuar incluso cuando el ruido del cinismo parece ahogar toda voz crítica.

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Esta idea de respeto por la vida cobra matices complejos al abordar temas como el aborto, donde las certezas se vuelven escurridizas. La discusión transcurre, como bien sabemos, entre dos polos: por un lado, quienes defienden la vida desde la concepción, argumentando que interrumpirla viola un derecho fundamental; por otro, quienes sostienen que la autonomía de la mujer sobre su cuerpo es inviolable. Entre estas posiciones radicales, existen corrientes intermedias que intentan navegar las sombras de lo moralmente ambiguo. Filósofos como Immanuel Kant, con su énfasis en la dignidad inherente a todo ser humano, podrían alinearse con el primer grupo, mientras que pensadores contemporáneos como Peter Singer, críticos del antropocentrismo, cuestionan si la “vida humana” en sí misma basta para otorgar valor moral. La diversidad de enfoques refleja la imposibilidad de reducir el debate a eslóganes: cada caso arrastra historias, contextos y sufrimientos únicos.
Lo que subyace en este dilema es una pregunta más amplia: ¿qué entendemos por persona? Para algunos, la personería comienza con la conciencia y la capacidad de sentir dolor, criterios que postergan su reconocimiento más allá del nacimiento. Para otros, es un atributo inalienable que surge con la dotación genética. Esta divergencia no es nueva; ya en el siglo XIII, Tomás de Aquino, influenciado por Aristóteles, proponía una “animación tardía”, sugiriendo que el alma se unía al cuerpo semanas después de la concepción. Hoy, la ciencia ha aportado datos sobre el desarrollo fetal, pero no ha cerrado el abismo entre lo biológico y lo ético. Como señalaba la filósofa Mary Warnock, “no podemos legislar basándonos solo en hechos científicos; necesitamos valores para interpretarlos”.
Ser humanista en este contexto implica no solo reconocer la complejidad del aborto, sino también promover espacios donde los extremos puedan dialogar sin violencia. Las religiones, con sus mandatos morales, ofrecen una perspectiva, pero en sociedades secularizadas, la solución debe encontrar equilibrios entre libertad y responsabilidad. La jueza estadounidense Ruth Bader Ginsburg, defensora del derecho a decidir, advertía contra las leyes que ignoran la realidad de las mujeres pobres, mientras que activistas provida insisten en que ningún derecho puede edificarse sobre la eliminación de otro. En medio de este cruce de caminos, figuras como Søren Kierkegaard recuerdan que “la vida solo se entiende hacia atrás, pero hay que vivirla hacia adelante”, una opinión de que las decisiones éticas no tienen respuestas definitivas, sino que exigen constante revisión.
Reflexionar sobre el aborto desde el humanismo actual demanda ir más allá de las banderas ideológicas. Implica abordar las causas estructurales que empujan a elegir un aborto —pobreza, falta de educación sexual, violencia— y construir sistemas que protejan a quienes están en situación de vulnerabilidad. No se trata de imponer supuestas verdades, todas subjetivas; sino de escuchar, como sugería Simone Weil, “la gravedad y la necesidad de lo que sufre”. Ser humanista hoy es asumir la tensión entre principios y realidades, sabiendo que cada elección, sea cual sea, lleva el peso de la condición humana: imperfecta, buscadora de sentido y siempre en construcción.
Así recibimos el mes de mayo, qué rápido pasa el tiempo. Estamos en la Comunidad #Humanitas en su acostumbrada iniciativa de un tema para cada día.
INICIATIVA: Un temα pαrα cαdα dı́α (mayo 2025)
Portada de la iniciativa
Dedicado a todos aquellos que, día a día, con su arte, hacen del mundo un lugar mejor.


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