[Esp./Eng.] La vocación de un verdadero pintor. || The vocation of a true painter.
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La vocación de un verdadero pintor
Cuando el otoño comienza a teñir las hojas, en casa desempolvamos una herencia casi sagrada que me legaron mis padres, el ritual de pintar la casa. Confieso que mi relación con la brocha gorda siempre ha sido un verdadero desastre; termino pareciendo un lienzo abstracto, con más pintura en la ropa que en la pared, je, je, je. Mi pulso de maraquero nunca me ayudó.
Pero el arte, caprichoso como es, decidió saltarse una generación para anidar en las manos de mi hijo, Matthew. Lo supe desde que sus deditos eran la única herramienta que conocÃa, convirtiendo cualquier pared a su alcance en un mural de emociones espontáneas —manitas por aquÃ, manitas por allá…—. Esa etapa dio paso a los marcadores y crayones, sus fieles escuderos en mil batallas de color que libraba sobre el papel.
Ahora, con la mirada curiosa y la mano firme de un pequeño maestro, se inicia con los pinceles. Este año, mientras el aroma a café de la mañana se mezcla con el de la pintura fresca, seré solo un espectador privilegiado, pues Matthew, mi pequeño gran artista, tomará el relevo. Es su turno de darle alma y color a nuestro hogar, y yo no podrÃa sentir más orgullo.
Cuando el otoño comienza a teñir las hojas, en casa desempolvamos una herencia casi sagrada que me legaron mis padres, el ritual de pintar la casa. Confieso que mi relación con la brocha gorda siempre ha sido un verdadero desastre; termino pareciendo un lienzo abstracto, con más pintura en la ropa que en la pared, je, je, je. Mi pulso de maraquero nunca me ayudó.
Pero el arte, caprichoso como es, decidió saltarse una generación para anidar en las manos de mi hijo, Matthew. Lo supe desde que sus deditos eran la única herramienta que conocÃa, convirtiendo cualquier pared a su alcance en un mural de emociones espontáneas —manitas por aquÃ, manitas por allá…—. Esa etapa dio paso a los marcadores y crayones, sus fieles escuderos en mil batallas de color que libraba sobre el papel.
Ahora, con la mirada curiosa y la mano firme de un pequeño maestro, se inicia con los pinceles. Este año, mientras el aroma a café de la mañana se mezcla con el de la pintura fresca, seré solo un espectador privilegiado, pues Matthew, mi pequeño gran artista, tomará el relevo. Es su turno de darle alma y color a nuestro hogar, y yo no podrÃa sentir más orgullo.
Ven y participa, aún estás a tiempo. Toda la información la podrás encontrar cada dÃa en la Comunidad #Freewritehouse. EspecÃficamente, el dÃa de hoy, aquà la publicación del prompt:
«pintor»
Portada de la iniciativa.
Dedicado a todos aquellos que, dÃa a dÃa, con su arte, hacen del mundo un lugar mejor.
The vocation of a true painter
When autumn begins to color the leaves, at home we dust off an almost sacred inheritance bequeathed to me by my parents: the ritual of painting the house. I confess that my relationship with the big brush has always been a complete disaster; I end up looking like an abstract canvas, with more paint on my clothes than on the wall, ha, ha, ha. My maraca-like hand never helped me.
But art, capricious as it is, decided to skip a generation to nestle in the hands of my son, Matthew. I knew it ever since his little fingers were the only tool he knew, turning any wall within his reach into a mural of spontaneous emotions —little hands here, little hands there…—. That stage gave way to markers and crayons, his faithful squires in a thousand color battles he waged on paper.
Now, with the curious eye and the steady hand of a young master, he begins using brushes. This year, as the aroma of morning coffee mingles with that of fresh paint, I'll be a privileged spectator, as Matthew, my great little artist, takes over. It's his turn to bring soul and color to our home, and I couldn't be more proud.
When autumn begins to color the leaves, at home we dust off an almost sacred inheritance bequeathed to me by my parents: the ritual of painting the house. I confess that my relationship with the big brush has always been a complete disaster; I end up looking like an abstract canvas, with more paint on my clothes than on the wall, ha, ha, ha. My maraca-like hand never helped me.
But art, capricious as it is, decided to skip a generation to nestle in the hands of my son, Matthew. I knew it ever since his little fingers were the only tool he knew, turning any wall within his reach into a mural of spontaneous emotions —little hands here, little hands there…—. That stage gave way to markers and crayons, his faithful squires in a thousand color battles he waged on paper.
Now, with the curious eye and the steady hand of a young master, he begins using brushes. This year, as the aroma of morning coffee mingles with that of fresh paint, I'll be a privileged spectator, as Matthew, my great little artist, takes over. It's his turn to bring soul and color to our home, and I couldn't be more proud.
Come and participate, there's still time. You can find all the information daily in the #Freewritehouse Community. Specifically, today's prompt post:
«painter»
Cover of the initiative.
Dedicated to all those writers who contribute, day by day, to making our planet a better world.