El Umbral de un Nuevo Comienzo.

4 days ago

𝐇𝐨𝐲 𝐞𝐬 𝐣𝐮𝐞𝐯𝐞𝐬, «𝐞𝐥 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨 𝐥𝐨 𝐬𝐚𝐛𝐞», 𝐞𝐥 𝐝𝐢́𝐚 𝐝𝐞𝐥 #𝐓𝐁𝐓. Encontrarse con el recuerdo en las tantas aristas del tiempo. Es que el tiempo, es ese tejedor incansable de memorias y emociones. Bien, aquí vamos de nuevo:

El Umbral de un Nuevo Comienzo

A finales de los años noventa, cuando el tiempo parecía avanzar al ritmo sereno de las estaciones y la tecnología no había invadido todos los rincones de la vida, un instante quedó suspendido en la eternidad de una fotografía. Allí, en el centro de la escena, Génesis —pequeña, envuelta en un manto azul de sueños— sostiene con delicadeza la promesa enrollada de un futuro: su diploma de preescolar. A sus costados, la protección y el amor incondicional de dos vidas que la preceden: la Sra. Gloria y Lay.

^{De mi propiedad, fusionadas con PowerPoint 365 Pro.}

La Sra. Gloria —como mi segunda mamá; de ella les he hablado en anteriores entradas—, con una dignidad tranquila, observa a su nieta. Su falda florida y blusa dorada relucen, pero lo que más brilla es la mirada de quien atesora generaciones de silencios y consejos. En ese día especial, ella no solo presencia el paso de su descendencia, sino que se redescubre en la fragilidad y esperanza de Génesis, recordando quizás el primer día escolar de su propia hija, Lay.

Lay, a la derecha, luce un vestido fresco de motivos abstractos, cabello en cascada que apenas contiene la emoción de ver a su hija avanzar. Su brazo, descansando suavemente sobre el hombro de Génesis, es tanto escudo como impulso, un gesto invisible que le dice: “ve, crece, pero nunca olvides de dónde vienes”.

Génesis, por su parte, parece contener dentro de sí un universo de preguntas y emociones. ¿Qué aventura la espera tras la frontera de ese portón escolar? El birrete —demasiado grande para su cabeza— simboliza no solo la travesura de la infancia, sino la promesa de cada generación: ir un paso más allá, aprender, avanzar. Quizá en su corazón anide el temor leve del cambio, pero la seguridad del abrazo materno y la presencia de su abuela la envuelven de fuerza.

Atrás queda la rutina de los colores y juegos del kínder; adelante, el desafío fascinante de las letras y las cifras, la amistad en los recreos. Génesis camina, sin saberlo, hacia la adultez, y en ese caminar deja la huella vibrante de la infancia sostenida por las manos sabias y amorosas de las mujeres que la forjaron.

Hoy, al recordar aquel día, ese instante congelado cobra una luz especial: Génesis ya no es la niña de azul, sino una mujer con historias propias, forjadas con el temple y la ternura de Gloria y la chispa vivaz del recuerdo de Lay —quien anticipadamente bajó del tren hace un año—. Pero si uno observa con detenimiento ese retrato, percibirá el hilo invisible que une a las tres: la fuerza silenciosa de las mujeres que tejen futuro a partir de pequeños grandes momentos, como el paso de preescolar a primaria.