Un hilito de viajes: ¿Quién anhela un lugar? (1/2)
(Imagen creada con askai, prompt del autor. Propuesta de portada )
Blog de @aljif7
Sábado 7 de junio de 2025.
Área: Literatura
Proyecto: Un hilito de viajes
Hola amigos!
Este es el segundo post donde les comparto una inquietud de un proyecto dormido desde hace unos años. Estoy planeando retomarlo y buscar la manera de publicar el libro, mientras tanto, quise compartirlo aquí en diversos fragmentos, ya que ahora tengo esta experiencia del blog en el ecosistema de Hive y creo que puedo ir retomando fragmentos, mientras desarrollo la idea de cómo finalizarlo en un libro en concreto. Sus comentarios y aportaciones me ayudarían a dar continuidad a esta idea, a este sueño.
Este resumen, ya lo compartí en otro post: Proyecto de libro: Un hilito de viajes lo utilicé para enviarlo a editoriales en México. Y una editorial de Estados Unidos, la cual publicaba con la condición de pagar la publicación. Y claro que no me interesó. De la editoriales en México nunca tuve respuesta. El compilado lo terminé hace más de 10 años.
Aquí les comparto el proyecto, a ver que opinan. Publico aquí el tema # 1 en dos partes, ésta será la primera parte.
Cabe señalar que ya he compartido en Hive una serie de posts correspondiente a el Ensayo (El texto número 6): La enseñanza del español como lengua extranjera y los contrastes culturales ¿o interculturales? (15 páginas). Mismos que también compartí en inglés.
Título: Un hilito de viajes
Alfredo Jiménez Fernández
Contenido
¿Quién anhela un lugar? (8 páginas)
Dos vuelos para un divorcio (6 páginas)
Retrospectiva en el vuelo (12 páginas)
Algunas descripciones de la estancia en Seúl: Nevada, acupuntura y suceso en clase (6 páginas)
Letanía de un viaje (13 páginas)
Ensayo: La enseñanza del español como lengua extranjera y los contrastes culturales ¿o interculturales? (15 páginas)
¿Adónde me arrastra un lápiz? (4 páginas)
El Señor de las piñatas (3 páginas)
Resumen:
En el texto 1) se narran momentos en que se toman decisiones de cambios de trabajo y las complejidades de cambiar de un lugar a otro. Se describe el acelerado vivir de la ciudad de México. En el texto 2), se narran los conflictos de cambios drásticos como el divorcio, y las implicaciones de realizar el trámite ante una distancia de separación enorme, literalmente hablando. El olvido o la confusión de fechas vienen a complicar las cosas. Se vuelve necesario un nuevo viaje para reiniciar el doloroso trámite. El texto 3) y 7) refleja las reflexiones que se pueden abordar en un viaje. Se aprecia cómo la vida se rehace y toma caminos inesperados. En el texto 4) y 8) se agregan descripciones que de alguna manera ilustran la mirada de un extranjero. El texto 5) es una narración que describe el proceso de un viaje al pueblo natal arrastrando la pesadez de la vida citadina de México, D. F., ante un viaje relámpago al pueblo. Se narra en segunda persona. Se describe lo extraño que puede resultar uno en el pueblo natal al volver muchos años después. El texto 6) es un ensayo que concentra algunos contrastes de las experiencias enseñando español en Corea y en USA. Las narraciones son de tipo anecdótico, reflejando a veces, parte de mis vivencias.
Y aquí les comparto la primera parte del primer relato
- ¿Quién anhela un lugar?
(Imagen generada con askai, prompt del autor. Propuesta de ilustración para esta narración #1)
¿Quién anhela un lugar? (Escrito en la Ciudad de México en el 2001.)
He pasado una semana pensando en esta búsqueda inacabada de nosotros. Regresaré a Puebla de nuevo. Había dudado en aceptar la oferta de trabajo. Pero finalmente me mudaré de nuevo. He aceptado la oferta. El año está por terminarse. Pienso en los oriundos de un lugar. Los admiro porque son capaces de permanecer… Su vida, su casa, su familia está al lado. Juntos van haciendo historia. En lo que a mí concierne, mi vida transcurre de un lugar a otro. De Veracruz a Puebla, de Puebla a México, de México a Puebla, ¿qué sigue después? No lo sé.
Hace poco, después del congreso en Mérida, donde presenté mi proyecto de tesis sobre La Transitividad en el náhuatl, salió la oferta de trabajar en Puebla, en la UDLA. No me agradaba mucho la idea, pero hasta el momento, he aceptado.
Estos cambios de rumbos estos "ires y venires" me hicieron recordar los trece años que había pasado ya en Puebla.
Me fue difícil adaptarme a aquel nuevo lugar, aquella nueva ciudad para mi juventud. Lo que conocía de Puebla eran los abundantes turistas que llegaban a la costa de Veracruz, a Casitas, a Tecolutla. Me atrevería a decir que casi la mitad del turismo era de poblanos y la otra mitad de México, D. F. A esta última ciudad siempre la añoré, quería probar mi desafío en ese gran laberinto de ciudad, en ese monstruo de ciudad, sin un principio ni un fin claramente marcado. Las circunstancias sólo me acercaron a la ciudad con mi llegada a Puebla después de la prepa. Pocas veces pero gustoso visitaba a mi primo Marcelino. Pues pisar esta ciudad, aunque fuera efímeramente, me producía cierta fascinación. Así que entre mis ilusiones, esperaba un día poder vivir en el D. F. (así se le agregaba a la ciudad: México, D.F.) aunque fuera por un año. Vivir de cerca esa imperceptible acelerada vida, ese desafío constante del amanecer al anochecer, ver los rostros angustiados de casi todo defeño. La angustia, siempre la angustia; mete esto, cierra acá, no cargues cosas de valor, no ayudes a desconocidos, no salgas de noche y sobre todo no salgas solo; memoriza las placas del taxi que vas a tomar, no dejes el coche abierto, no olvides el candado, etc, etc, etc. Aunque aún no me atrapan jornadas tan extenuantes aquí en la ciudad (en la gran ciudad como siempre pienso) nada más de pensar en irme aletargando a esos ritmos tan estirantes (¿debería decir agobiantes?) y extremados me da pavor. Si acaso dios nos permite tener familia, ¿será la mejor vida que se les puede ofrecer a los hijos? Cuando Socorro dice que en provincia el tiempo pasa muy despacio, me da cierta risa que se pueda pensar así, pues siempre llené mi tiempo trabajando y estudiando, y en los escasos espacios de uno y otro lado, jugando y compartiendo la adolescencia con los compañeros de la escuela, el tiempo no transcurría despacio, nos arrastraba como siempre.
Ahora en la ciudad, desde mi perspectiva, me parece un verdadero desperdicio destinar de entre una y dos horas para transportarse al trabajo, tener que soportar aglomeraciones tan apabullantes, tener que respirar el miedo que por todos lados se transpira, sentir el egoísmo (por protección o por defensa propia) tan acentuado. Toda la ciudad parece ir devorando a todo mundo, poco a poco sin que nada ni nadie lo pueda percibir. De los drenajes profundos, de los restos de ríos convertidos en aguas negras, del abundante pavimentado, de los melódicos-martilleantes cláxones, de la deslumbrante majestuosidad de los edificios, de todo eso en conjunto parece manar constante y abundantemente un interminable veneno, repartido a lo largo y ancho de la ciudad, que va transformando poco a poco a quien decide establecerse aquí. Parece imposible abandonar la ciudad; hay tanto, que parece ser un consuelo para la gran mayoría aunque nunca alcance una vida para hacer y consumir tanto; falso consuelo para la mayoría que no puede por la incesante lucha por "salir adelante" detenerse a contemplar y disfrutar su ciudad.
Todo llega escogido, formateado: las notas rojas, el interminable bombardeo de la radio, de la televisión, de todo lo que pueda ser visto, oído, tragado. Es una gran ciudad con un gran menú para escoger, pero sin gran diferencia en los sueldos... (Quizás la diferencia para muchos es la abundancia de trabajo aunque sea mal pagado). Igual se gana aquí que en Puebla (la ciudad que más he conocido, un pequeño monstruo que aún no transpira los miedos, angustias y temores que se respiran aquí), podría decir lo mismo de Xalapa, o de Veracruz, o de cualquier otra ciudad, pero resulta que la que más conozco es Puebla. Gutiérrez Zamora, la primera ciudad que pisaba a diario para ir a la Preparatoria, a media hora de mi pueblo en un totolero, como le llamamos allá al autobús, se volvió un pueblo grande después de pasar más de cinco años en Puebla, fuera de mi pueblo, después de sentir la vida en la ciudad, después de irme resignando que cada vez era más difícil que un día pudiera regresar a mi pueblo.
Un día decidí abandonar mi pueblo. Cuanto me costó tomar la decisión de salir y enfrentarme solo en otro espacio con la esperanza de un día, por lo menos, pisar algunos años de universidad.
Antes de llegar a la ciudad de Puebla, ya había tenido mi primera separación de mi pueblo, de mi familia durante mis estudios de preparatoria: dejé mi tranquilo jacal para irme a trabajar a un hotel. Ahí en el pueblo estábamos todos, una familia, un hogar, un techo de palma, cercas de palma detenidas por largos maderos que terminaban abrazando la casa, mientras que a modo de vigías, vigas y largueros que habían sido prósperos árboles, estaban siempre mirándonos junto con uno que otro ratón que se escabullía a pasar la noche entre las palmas o las vigas. Había empezado a trabajar en un hotel a 5 kilómetros, lo que me permitiría poder sostener mis estudios de preparatoria. El hotel se volvió mi nuevo hogar. Aun estando a unos cuantos kilómetros de mi familia, había noches que sentía como se sumergía la nostalgia en mi juvenil y adolescente espíritu. Contemplaba la luna e intentaba tomar fuerzas respirando fuerte y profundamente para apaciguar el cúmulo de interrogantes que me asaltaban, que me invadían de vez en cuando.
Otras veces contemplaba el mar, su incansable murmullo, y le confiaba mis primeras penas de enamorado, mis primeras tristezas por los primeros amores platónicos.
Había logrado huir por primera vez de mi pueblo. Ese pequeño rincón acariciado por el mar.
El hotel parecía estar en otra dimensión. Los turistas le daban vida y un matiz distinto al de mi pueblo. El ambiente se envolvía de buenas comidas, descanso, natación y fiesta; especialmente en los puentes y vacaciones.
(FIN DE LA PRIMERA PARTE (1/2) de ¿Quién anhela un lugar?)
(Confieso que me ha dado cierta nostalgia a revisarlo en la lejanía de mi país. Así que viene bien detenernos en la mitad de esta primera narración, sirve para tomarme un respiro e irme a caminar a la bahía...)
¡Eso es todo por ahora!
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