Motorinas en La Habana /

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Hola, amigos buenos. Desde que tengo recuerdos, en La Habana siempre han circulado motos. Grandes, pesadas, muchas con sidecar, más bien feúchas, ruidosas y aficionadas a dejar a su paso estelas de gases nocivos. Entonces, hace ya tiempo, la modernidad llegó a nosotros en forma de motorinas.

Yo recuerdo las Vespa, probablemente las primeras motorinas que fui capaz de reconocer. No soy, en absoluto, motera, más bien lo contrario, de modo que aun ahora, mientras escribo este post, me resultaría imposible distinguir entre sí las marcas. En cambio, me cuento entre quienes, desde el inicio del boom, agradecieron que estas moticos fueran bonitas, manuables y, sobre todo, silenciosas. Por supuesto, justamente esta última cualidad las convierte en un peligro vial, porque un transeúnte distraído o, peor, con sus audífonos bien metidos en las orejas, puede acabar padeciendo un encuentro cercano y, no del tercer tipo.

Quizás, las motorinas nacieron para tratar de descongestionar un poco el tráfico en los países ricos y, además, proveer de un medio de transporte a los estudiantes y otras personas sin posibilidades o gusto por el automóvil convencional. Sin embargo, han devenido en una ayuda inestimable en los países de menos recursos. Por una parte, garantizan un desplazamiento más cómodo y rápido que trasladarse a pie o en guagua —tema, este último, siempre complicado en Cuba—, y por el otro, contribuyen a la lucha contra la contaminación por smog en las ciudades, pues son eléctricas. Lo gracioso es que su popularidad ha crecido tanto, que ahora podrían llegar a convertirse en un problema también, pues su número aumenta exponencialmente.

Los fanáticos de las motorinas, han comenzado a crear sus propios clubes, a imitación de los moteros tradicionales adeptos a las Harley Davidson. A veces, se desplazan en vistosos grupos por las calles más concurridas de la ciudad, por lo general manejando un hombre con una muchacha sentada a la grupa. Por desgracia, en ocasiones algunos también se reúnen hasta altas horas de la noche en bares y centros nocturnos estatales o privados que lo alientan o toleran, para mantener comportamientos desordenados. Nunca falta en esos casos una o más motorinas usadas como equipo de audio. ¡Y lo alto que suenan!
En lo personal, me decanto por las bicicletas tradicionales, en las que el pedaleo constituye un excelente ejercicio mientras te diriges a tu destino. Me encantaría tener una. Como segunda opción, elijo las motorinas triciclo, algo que, les juro, yo añoraba ya en los años 80. Y de tercera, las bicicletas eléctricas, que las hay de todos los estilos.

La Habana, poco a poco, se ha poblado de motorinas, mientras las motos de combustión interna van quedando como cosa del pasado. Las motos eléctricas para transportación de pasajeros y hasta carga, son cada vez más populares, aunque eso mejor lo dejamos para otro post. Si has llegado hasta aquí, muchas gracias por leer y espero que te haya gustado. Dame tu opinión en los comentarios.
Fotos y texto hechos por mí y son de mi propiedad.



Hello, good friends. For as long as I can remember, motorcycles have always been a common sight in Havana. Big, heavy, many with sidecars, rather ugly, noisy, and fond of leaving trails of harmful fumes in their wake. Then, some time ago, modernity arrived in the form of scooters.

I remember Vespas—probably the first scooters I was able to recognize. I’m not at all a motorcycle enthusiast—quite the opposite—so even now, as I write this post, I wouldn’t be able to tell one brand from another. On the other hand, I’m among those who, from the beginning of the scooter boom, appreciated that these little bikes were stylish, easy to handle, and—above all—quiet. Of course, that last quality is precisely what makes them a hazard on the road, because a distracted pedestrian or, worse, someone with headphones jammed in their ears, might end up having a close encounter—and not of the third kind.

Perhaps scooters were originally meant to help ease traffic congestion in wealthy countries while providing students and others—who either couldn’t afford or didn’t care for conventional cars—with a means of transportation. However, they’ve become an invaluable resource in less affluent nations. On one hand, they offer a more comfortable and faster way to get around than walking or taking the bus—the latter always being a complicated issue in Cuba—and on the other, they help fight smog pollution in cities since they’re electric. The funny thing is, their popularity has grown so much that they might now be turning into a problem themselves, as their numbers increase exponentially.

Scooter enthusiasts have started forming their own clubs, imitating traditional bikers who ride Harley-Davidsons. Sometimes, they cruise in flashy groups through the busiest streets of the city, usually with a man driving and a woman sitting behind. Unfortunately, some also gather late into the night at state-run or private bars and nightclubs that encourage or tolerate their rowdy behavior. In those cases, there’s always at least one scooter being used as a sound system—and boy, are they loud!

Personally, I prefer traditional bicycles, where pedaling provides great exercise while you head to your destination. I’d love to have one. As a second choice, I’d go for three-wheeled scooters—something I swear I’ve been dreaming about since the ‘80s. And third, electric bicycles, which come in all styles.

Little by little, Havana has become filled with scooters, while internal combustion motorcycles are becoming a thing of the past. Electric bikes for passenger transport—even cargo—are growing more popular, though that’s a topic best saved for another post. If you’ve made it this far, thank you so much for reading, and I hope you enjoyed it. Let me know your thoughts in the comments.

Photos and text are my own and are my property.



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2 comments
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Esas motos hoy son un ejército por toda la ciudad y estoy totalmente de acuerdo contigo, alivian en gran medida la pésima situación del transporte en nuestro país. Muchas gracias por compartir.😘👏

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