My Mother's Gift - Our Life Initiative / El regalo de mi madre - iniciativa Esa vida nuestra (eng-esp)
Hello, friends of Holos & Lotus.
I'm joining @charjaim's That Life of Ours initiative, in support of our friend @santamorillo.
My childhood didn't have a red carpet. I didn't receive prizes for participating or consolation medals.
What I had were faded tile floors, walls that were painted once every few years, the smell of kerosene cooking, worn shoes, recycled clothing, and a silence that, over the years, I learned to decipher.
It was my mother's silence, the most eloquent and painful sound I've ever known.
I never saw my mother complain during my childhood. Never. There were no complaints about broken shoes that lasted an entire school year. I didn't see any sighs of frustration over the electricity bill, or any drama about stretching food to make it look like there was leftovers. I didn't even notice the times my father ate my food and she gave me hers, leaving me without any food.
My mother's protest was the antithesis of yelling: it was an active calm, a serene resistance. Her language wasn't one of words, but of actions.
She didn't pity me, she gave me tools. She didn't gift me solutions, she showed me how to use the tools. I remember watching her mend the same skirt and my clothes over and over again, with a surgeon's precision. That needle and thread didn't just join fabric; they sewed our dignity. She taught me that what's torn can be repaired, that what's old deserves a second chance.
She gave me the tool of resilience.
I remember the many nights I studied under the dim light of a kerosene lamp (here in Cuba, it's called quinqué) while she sewed or washed by hand, keeping me company in a silent, joint effort. She always told me, "You have to study to be someone in life, and don't work hard." Her presence, her quiet exhaustion, was the complete message. She was giving me the tool of silent discipline, the kind that doesn't seek applause.
The lessons my mother taught me weren't in a parenting manual. They were practical lessons in autonomy. She gave me the tool of resolution, the antithesis of complaining about the various shortcomings I had... I mean, had growing up.
We struggled a lot. In fact, we still struggle now, but it's different.
Now, as an adult, I look back and don't just see my father's shortcomings and bad example. I see an arsenal, a toolbox with which I solve or mitigate the problems that arise.
Every time I don't give up in the face of a problem at work, every time I find a solution where others only see obstacles, every time I manage my resources with a cool head, I hear her echo. My mother's legacy isn't a material inheritance; it's a mental toolbox, forged in silence and tempered in necessity.
She didn't tell me how to be a man. She showed me how to be a man by being the strongest woman I've ever known. She taught me that true independence isn't born from money in the bank, but from the ability to face whatever comes with ingenuity, fortitude, principles, and without breaking down.
She gave me the last and most important tool: the absolute certainty that there is no barrier that cannot be overcome, no problem that has no solution, and that a person's worth is not measured by what they have, but by what they are able to build with the little they have been given.
That's why, today, my greatest pride is not what I have achieved, but being the man she, in her infinite silence, knew I could become.
Versión en español
Hola, amigos de Holos & Lotus.
Me uno a la iniciativa de @charjaim Esa vida nuestra, en ayuda para la amiga @santamorillo.
Mi infancia no tuvo alfombra roja. No tuve premios por participar ni medallas de consolación.
Lo que hubo fueron pisos de losas descoloridas, paredes que se pintaban una vez cada varios años, olor a la cocina de queroseno, zapatos desgastados, ropa reciclada y un silencio que, con los años, aprendí a descifrar.
Era el silencio de mi madre, el sonido más elocuente y doloroso que he conocido.
Nunca vi a mi madre quejarse durante mi infancia. Nunca. No hubo reproches por los zapatos rotos que duraban un curso entero. Tampoco vi suspiros de frustración frente al recibo de la electricidad, ni dramas a la hora de estirar la comida para que pareciera que sobraba. Ni siquiera me enteré de las veces en que mi padre se comía mi comida y ella me daba la suya, quedándose sin comer.
La protesta de mi madre fue la antítesis del grito: fue una calma activa, una resistencia serena. Su lenguaje no fue de palabras, sino de actos.
No me dio lástima, me dio herramientas. No me regaló soluciones, me mostró cómo se utilizaban las herramientas. Recuerdo verla remendar la misma falda y mi ropa una y otra vez, con una precisión de cirujana. Esa aguja y ese hilo no solo unían tela; cosían nuestra dignidad. Me enseñó que lo roto se puede reparar, que lo viejo merece una segunda oportunidad.
Me dio la herramienta de la resiliencia.
Recuerdo las muchas noches en que yo estudiaba bajo la tenue luz de la lámpara de queroseno (aquí en Cuba se le dice quinqué) mientras ella cosía o lavaba a mano, haciéndome compañía en un esfuerzo conjunto y mudo. Siempre me decía “tienes que estudiar para ser alguien en la vida y no pases trabajo”. Su presencia, su cansancio callado, era el mensaje completo. Me estaba dando la herramienta de la disciplina silenciosa, la que no busca aplausos.
Las lecciones que mi madre me dio no venían en un manual para padres. Eran clases prácticas de autonomía. Me dio la herramienta de la resolución, la antítesis de la queja ante las disímiles carencias que tuve… digo: tuvimos mientras crecía.
Pasamos mucho trabajo. De hecho, ahora, lo seguimos pasando, pero ya es diferente.
Ahora, de adulto, miro hacia atrás y no solo veo a las carencias y al mal ejemplo de mi padre. Veo un arsenal, una caja de herramientas con las que soluciono o palio los problemas que se nos presentan.
Cada vez que no me rindo ante un problema en el trabajo, que encuentro una solución donde otros solo ven obstáculos, que administro mis recursos con cabeza fría, escucho su eco. El legado de mi madre no es una herencia material; es una caja de herramientas mental, forjada en el silencio y templada en la necesidad.
Ella no me dijo cómo ser un hombre. Me lo mostró siendo, ella, la mujer más fuerte que he conocido. Me enseñó que la verdadera independencia no nace del dinero en el banco, sino de la capacidad para enfrentar lo que venga con ingenio, entereza, principios y sin derrumbarme.
Me dio la última y más importante herramienta: la certeza absoluta de que no hay barrera que no se pueda saltar, no hay problema que no tenga solución y que el valor de una persona no se mide por lo que tiene, sino por lo que es capaz de construir con lo poco que le hayan dado.
Por eso, hoy, mi mayor orgullo no es lo que he logrado, sino ser el hombre que ella, en su silencio infinito, supo que podía llegar a ser.
Saludos amigo, una mujer fuerte formo a un hombre de temple, preparado para la batalla y todas esas cosas que se pueden presentar en el camino, te dió las herramientas necesarias para que supieras llevar una vida de tranquilidad y con soluciones y no problemas, abrazo 🫂❤️ desde Venezuela.
Gracias por el apoyo.
Lo que sea por ayudar. Esto no me cuesta nada y puedo aportar a la causa.
Abrazo grande para usted.
Verá que todo mejorará pronto.
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Amén amén 🙏🙏💪💪 así es..
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Que gran mujer, sin lugar a duda una gran luchadora. Eres muy afortunado de haber crecido con una madre así, que te enseño grandes cosas. Saludos.
Gracias ☺️, así fue
Las madres y los silencios que llevamos atados en el medio del pecho. 🥹