Learning to fall and try again / Aprender a caer y volver a intentarlo (eng-esp)

Hello, my friends.
The other day I was remembering how my father, among the few things he taught me, one of those things was how to break a fall. I loved doing it, just for the sake of jumping on the foam mat placed on the floor.
I never imagined that, years later, I would have to learn how to do this, but metaphorically.

Over my age, I've made many mistakes. Some small, some big, but they all taught me something valuable. Today I look back and don't regret having tried, even when I failed. Because each fall made me wiser, stronger, and, above all, more human.

It's said that only he who doesn't try never fails, and it's very true.
The fear of making mistakes paralyzes us. It convinces us that it's better to stay with what's familiar, with what's safe, even if that means living in mediocrity.
But life isn't a straight or easy path; it's full of curves, setbacks, walls, ravines, and surprises. If we don't allow ourselves to fail, we don't allow ourselves to grow or succeed.

I remember when, after years in a stable job, I decided to take a risk with my own project. At first, it was all enthusiasm. But then came the mistakes (and horrors), the accounts that didn't add up, the wrong decisions: fear.
There were times when I thought: Why didn't I just stay where I was? But I'd already made the decision and had to act on it. I had to put my heart and soul into it and continue.
Now, looking back, I understand that those setbacks were necessary and inevitable. They taught me more than any easy success. Because, as a friend once told me: a success brings joy, but a mistake brings wisdom.
The same applies to relationships, to dreams, to small daily challenges. If we stay still for fear of making a mistake, we miss unique opportunities. Of course, we must try not to make mistakes. Making mistakes hurts.
But wouldn't it be worse to ask later: what would have happened if I had tried?
You'll never know.
The bad thing isn't making mistakes. The bad thing is repeating them. When something goes wrong, you have to ask yourself: What can I learn from this? And then act accordingly. Because there's no point in recognizing our mistakes if we keep making them.

True maturity comes when we turn lessons into actions.

Life isn't an exam, my friends. No one here will get a perfect grade. It's a school, yes, but not the conventional kind.
Life is also a journey where every fall brings us a little closer to who we want to be. So, if you're afraid to try something new today, remember: the only mistake is not trying.

When you stumble (because we all do from time to time), get up, learn, and keep walking. Learn to break the fall and get back up faster each time.
Because in the end, what defines our history isn't the setbacks, but the courage to keep getting back up after them.

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Versión en español

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Hola, amigas mías.
El otro día recordaba cómo mi padre, entre lo poco que me enseñó, una de esas cosas fue a romper caída. Me encantaba hacerlo, solo por el hecho de saltar sobre la colchoneta de espuma puesta sobre el suelo.
Nunca imaginaría que, años después, esto tendría que aprender a hacerlo, pero de forma metafórica.

A mis años, he cometido muchos errores. Algunos pequeños, otros grandes, pero todos me enseñaron algo valioso. Hoy miro atrás y no me arrepiento de haberlo intentado, incluso cuando fracasé. Porque cada caída me hizo más sabio, más fuerte y, sobre todo, más humano.

Se dice que solo no fracasa el que no lo intenta, y es muy cierto.
El miedo a equivocarnos nos paraliza. Nos convence de que es mejor quedarnos en lo conocido, en lo seguro, aunque eso signifique vivir en la mediocridad.
Pero la vida no es un camino recto ni fácil, sino que está llena de curvas, tropiezos, paredes, barrancos y sorpresas. Si no nos permitimos fallar, tampoco nos permitimos crecer, triunfar.

Recuerdo cuando, después de años en un trabajo estable, decidí arriesgarme con un proyecto propio. Al principio, todo fue entusiasmo. Pero luego vinieron los errores (y horrores), las cuentas que no cuadraban, las decisiones equivocadas: el miedo.
Hubo momentos en que pensé: ¿Por qué no me quedé donde estaba? Pero ya había tomado la decisión y tenía que actuar en consecuencia. Tuve que ponerle alma y corazón al asunto y continuar.
Ahora, miro al pasado en perspectiva, entiendo que esos tropiezos fueron necesarios e inevitables. Me enseñaron más que cualquier éxito fácil. Porque, como me dijo un amigo una vez: un acierto nos da alegría, pero un error, la sabiduría.
Lo mismo aplica en las relaciones, en los sueños, en los pequeños desafíos diarios. Si nos quedamos quietos por miedo a meter la pata, perdemos oportunidades únicas. Por supuesto, hay que intentar no equivocarse. Equivocarse duele.
Pero, ¿no será peor preguntarse más tarde: qué hubiera pasado si lo hubiera intentado?
Nunca lo sabrás.
Lo malo no es cometer los errores. Lo malo es repetirlos. Cuando algo sale mal, hay que preguntarse: ¿Qué puedo aprender de esto? Y luego, actuar en consecuencia. Porque de nada sirve reconocer nuestros fallos si luego los seguimos cometiendo.
La verdadera madurez llega cuando convertimos las lecciones en acciones.

La vida no es un examen, amigas mías. Aquí nadie sacará la nota perfecta. Es una escuela, sí, pero no del tipo convencional.
La vida también es un viaje en el que, cada caída nos acerca un poco más a quienes queremos ser. Así que, si hoy tienes miedo a intentar algo nuevo, recuerda: el único error será el no intentarlo.
Cuando tropieces (porque todos lo hacemos alguna que otra vez), levántate, aprende y sigue caminando. Aprende a romper caída y a levantarte cada vez con mayor rapidez.
Porque al final, lo que define nuestra historia no son los traspiés, sino el coraje de seguir levantándonos después de ellos.