Disappointment is part of life / La decepción es parte de la vida (eng-esp)

Hello, my friends.

Unfortunately, even if we do our best and give it our all, there will always be disappointments. I'm not just referring to the fact that you're waiting for a movie or a series and it's not what you expected. That's disappointing, but not so much when it's people who do it. The closer they are to you, the more painful it is. But why does disappointment hurt so much? Believe me, I've been thinking about this for a long time, due to recent disappointments I've experienced.

Based on my latest experiences, I've come to a clear conclusion. Disappointment doesn't hurt because of what the person did or didn't do. Not really, not deep down. The truth is, it hurts because the situation was nothing like the movie I had created in my head.

The pain comes from the difference between what I expected and what actually happened. And I build those expectations all by myself.

I create them with my desires, my confidence, and sometimes with my need for things to be a certain way. I create them with faith in human improvement.

When reality clashes with them, the blow is against my own creation, and it shatters them.

So, the logical thing would be to always live on the defensive, right? To expect disappointment from the start and not do anything for anyone. I swear I've really wanted to do that (do nothing for anyone).

But after thinking it through, I realized it's a dead end.

If I start any relationship, any favor, any project thinking "this is going to go wrong" or "this person is going to let me down," I simply wouldn't do anything.

I would freeze up.

I would stop helping, stop trusting, stop trying. And that would be betraying myself, my principles: it would be ceasing to be who I am. It would be worse than disappointment, because it would be giving up on life for fear of suffering.

It would be stopping growing as a good person, and that's out of the question.

So there's no other option but to accept reality as it is: Disappointment is part of life.

It's not a failure of the system; that's just how the system is. The task, then, isn't to avoid it, but to manage how it affects me.

First, I must learn to let go quickly. To accept that sometimes I was wrong to place my trust in people, to misjudge them. To understand that perhaps that person didn't deserve my effort or my patience.

My energy is limited. So, I must first invest it in myself, in not falling apart when something doesn't go my way. And then, redirect it towards those who do value honesty and reciprocity.

I must focus on grateful people.

Luckily, that's the key. For every disappointment, there are also people who are grateful, who reciprocate, who don't take what you do for them for granted.

Those are the connections worth strengthening. Disappointment hurts, it's true, but it's also the tool that teaches me, through hard knocks, where it's worth investing my time and where it's not.

And that lesson, though bitter, is necessary to avoid wasting time and keep moving forward.

It's not easy. There's a long way from saying to doing. But at least I've already mapped out the path. Now I just have to start walking it.

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Versión en español

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Hola, amigas mías.

Lamentablemente, aunque hagamos lo mejor y demos lo mejor de nosotros, siempre van a existir decepciones. No me refiero solo al hecho de estar esperando una película o una serie y que no sea lo que esperabas.
Eso decepciona, pero no tanto cuando lo hacen las personas. Mientras más cercanas a tí sean, más doloroso es. Pero, ¿por qué duele tanto la decepción?
Créanme que llevo pensando en esto hace mucho, debido a recientes decepciones que he tenido.

A partir de mis últimas experiencias, llegado a una conclusión clara. La decepción no duele por lo que la persona hizo o dejó de hacer
No en realidad, no en el fondo. La verdad es que duele porque la situación no se pareció en nada a la película que yo había montado en mi cabeza.
El dolor viene de la diferencia existente entre lo que yo esperaba y lo que pasó en realidad. Y esas expectativas las construyo yo solo en mi cabeza.
Las fabrico con mis ganas, con mi confianza, y a veces con mi necesidad de que las cosas sean de cierta manera. Las creo con la fe en el mejoramiento humano.
Cuando la realidad las choca, el golpe es contra mi propia creación y las destruye.

Entonces, lo lógico sería vivir siempre a la defensiva, ¿no? Esperar la decepción de entrada y no hacer nada por nadie. Les juro que he tenido muchas ganas de hacer eso (de no hacer nada por nadie).
Pero luego de pensarlo bien, vi que es un camino muerto.
Si empiezo cualquier relación, cualquier favor, cualquier proyecto pensando "esto va a salir mal" o "esta persona me va a fallar", simplemente no haría nada.
Me quedaría paralizado.
Dejaría de ayudar, de confiar, de intentar cosas. Y eso sería traicionarme a mí mismo, a mis principios: sería dejar de ser quien soy. Sería peor que la decepción, porque sería renunciar a vivir por miedo a sufrir.
Sería dejar de crecer como persona de bien, y eso está fuera de la cuestión.

Así que no queda otra que aceptar la realidad como es: La decepción es parte de la vida.
No es un fallo del sistema; así es el sistema. El trabajo, entonces, no es evitarla, sino manejar cómo me afecta.
Primeramente, debo aprender a soltar rápido. A aceptar que a veces me equivoqué al depositar mi confianza, en calcular a las personas. A entender que quizás esa persona no merecía mi esfuerzo o mi espera.
Mi energía es limitada. Entonces, debo ponerla primero en mí, en no derrumbarme cuando algo no sale como quiero. Y luego, redirigirla hacia quienes sí valoran la honestidad y la reciprocidad.
Debo concentrarme en las personas agradecidas.

Por suerte, esa es la clave. Por cada decepción, también hay personas que agradecen, que corresponden, que no dan por sentado lo que haces por ellas.
Esas son las conexiones que valen la pena reforzar. La decepción duele, es cierto, pero también es la herramienta que me enseña, a golpes, dónde vale la pena invertirme y dónde no.
Y esa lección, aunque amarga, es necesaria para no perder el tiempo y seguir avanzando.
No es fácil. Del dicho al hecho, hay un buen trecho. Pero, al menos, ya tengo el camino trazado. Solo queda comenzar a caminarlo.