Balancing the Hours - Columnist for a Day Initiative / El equilibrio de las horas - Iniciativa de columnista por un día (eng-esp)

Hello, friends of Holos & Lotus.

The topic our friend @graciadegenios is discussing this week is complex: balance. I'd like to take this opportunity to congratulate the columnist on this excellent topic.

I've always talked about how important it is to find balance in our lives. This is something very difficult to achieve.

Sometimes I wonder how I got here, to this exact point in my existence where three or more lives converge in one person.
On the one hand, I am a concert music programmer in the province of Las Tunas.
This is a job I love and enjoy immensely.
I also teach Cuban history and teach in the classrooms at the Las Tunas Art School.
Furthermore, I am a writer of so many stories that inhabit me and demand to be told. If I don't write, I'll burst.
Since January, I have been immersed in learning and writing for this new universe that is #Hive.
I am also a husband, stepfather, friend, and someone who dreams a lot.
The answer lies not in a great feat or sacrifice, but in the quiet and constant discipline of well-planned days.

My world is a triptych of seemingly disparate responsibilities. In the mornings, I wake up and write starting at 4 a.m. It's the only time I feel free of responsibilities.

After my writing ritual, I become a chef/stepfather/husband. It's time for breakfast. That's when I start preparing breakfast for my stepchildren and wife. I prepare for my other job function: scheduling concert music activities.
By this, I mean searching for days and locations where groups and soloists are dedicated to playing concert music.
I do this work during the day, alternating it with my schedule as a history teacher and my household chores of stocking the house with food and cooking.
Then, the afternoons sometimes also belong to me and my students. And I emphasize this because it's a recently discovered passion.
Entering the classroom to talk about Cuba is like immersing myself in a torrent of passions, glorious mistakes, and dashed dreams.

I don't just teach dates; I show the wounds and hopes of a nation. I try to make them understand that history is not a dusty book, but the blood that flows beneath our feet.

And, at the center of it all, writing. It's the common thread, the visceral need that governs everything else.

I discovered years ago that if I waited until I had free time to write, the pages would remain eternally blank. So, amidst all these chores, if an opportunity arises, I sit down to write, to read, to do whatever.

Writing is something sacred. Doing it before dawn is the foundation on which I build my balance. It's my pact with art.

The key, I believe, isn't to do more, but to do what I can better and with full awareness. I've learned not to overburden myself.
To accept that I can't do everything in a single day, that I shouldn't bring work to grade at lunchtime, and that sometimes the next novel can wait until the next morning.
I've realized that doing only what I can and should is an elegant way of saying no to some things, so I can say yes to what's essential.

And what's essential, what's irrevocably important, is her. It's them: My family.

That's the guiding compass, the sun around which all this meticulous planning orbits. The hours stolen from early sleep have a priceless reward: clear afternoons and evenings for them. To listen to the story of their day, to help with a math assignment that has nothing to do with Cuban history, to watch a movie together.

I do it simply to be present, not with a tired body, but with full attention and an open heart.

In the end, balance is not a static and perfect state, but a balancing act in itself, a constant and delicate dance between obligations and passions. It is the understanding that these facets do not steal energy from each other, but, when ordered respectfully, they nourish each other.

Each day is a new juggling act, but one I undertake with the certainty that, as long as priorities are clear and the internal clock is well calibrated, nothing will fail.

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Versión en español

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Hola, amigos de Holos & Lotus.

Es complejo el tema que propone nuestra amiga @graciadegenios esta semana: el equilibrio. Aprovecho para felicitar a la columnista por este excelente tema.

Siempre he hablado de lo importante que es hallar el equilibrio en nuestra vida. Esto es algo bien difícil de lograr.

A veces me pregunto cómo he llegado hasta aquí, a este punto exacto de mi existencia donde tres o más vidas convergen en una sola persona.
Por un lado, soy programador de la música de concierto en la provincia de Las Tunas.
Este es un trabajo que me encanta y que disfruto muchísimo.
También soy profesor de historia de Cuba y en las aulas de la escuela de Arte de Las Tunas.
Además, soy escritor de tantas y tantas historias que me habitan y que me exigen ser contadas. Si no escribo, reviento.
Desde el mes de enero, me encuentro inmerso en el aprendizaje y la escritura para este universo nuevo que es #Hive.
Además, soy esposo, padrastro, amigo y alguien que sueña mucho.
La respuesta yace, no en una gran hazaña y sacrificio, sino en la quieta y constante disciplina de los días bien planificados.

Mi mundo es un tríptico de responsabilidades aparentemente disímiles. Por las mañanas, me levanto y escribo a partir de las 4 de la mañana. Es el único horario en que me encuentro libre de responsabilidades.

Después de mi ritual de escritor, me convierto en chef/padrastro/esposo. Llega la hora del desayuno. Es cuando comienzo a prepararles el desayuno a mis hijastros y esposa. A prepararme para mi otra función laboral: la programación de las actividades de la música de concierto.
Con esto me refiero a buscar los días y locaciones donde grupos y solistas que se dedican a tocar música de concierto.
Esta labor la realizo durante el día, intercalándola con mi horario de profesor de historia y con mis labores hogareñas de provisionar la casa de alimentos y cocinar.
Luego, las tardes en ocasiones también me pertenecen a mí y a mis alumnos. Y hago énfasis en esto porque es una nueva pasión recientemente descubierta.
Entrar al aula a hablar de Cuba es sumergirme en un torrente de pasiones, errores gloriosos y sueños truncados.
No solo enseño fechas; enseño las heridas y las esperanzas de una nación, intento que comprendan que la historia no es un libro polvoriento, sino la sangre que corre bajo nuestros pies.

Y, en el centro de todo, la escritura. Es el hilo conductor, la necesidad visceral que ordena todo lo demás.
Descubrí hace años que si esperaba a tener tiempo libre para escribir, las páginas quedarían eternamente en blanco. Por eso, entre todas estas faenas, si se crea una oportunidad, pues me siento a escribir, a leer, lo que sea.

Escribir es algo sagrado. Hacerlo antes de que amanezca, es el cimiento sobre el que construyo mi equilibrio. Es mi pacto con el arte.

La clave, creo, no está en hacer más, sino en hacer mejor lo que puedo y con plena conciencia. He aprendido a no sobrecargarme.
Aceptar que no puedo hacerlo todo en un solo día, que no debo llevar trabajos para corregir a la hora de la comida, y que a veces la novela de turno puede esperar a la mañana siguiente.
He concientizado que el hacer solo lo que puedo y debo, es una forma elegante de decir no a algunas cosas, para poder decir sí a lo esencial.

Y lo esencial, lo irrevocablemente importante, es ella. Son ellos: Mi familia.

Esa es la brújula que guía, el sol alrededor del que orbita toda esta planificación meticulosa. Las horas robadas al sueño temprano tienen una recompensa invaluable: las tardes y noches despejadas para ellos. Para escuchar el relato de su día, para ayudar con una tarea de matemáticas que nada tiene que ver con la historia de Cuba, para ver una película todos juntos.

Lo hago simplemente para estar presente, no de cuerpo cansado, sino con la atención plena y el corazón disponible.

Al final, el equilibrio no es un estado estático y perfecto, sino un acto de equilibrio en sí mismo, un constante y delicado bailar entre obligaciones y pasiones. Es la comprensión de que estas facetas no se roban energía entre sí, sino que, cuando se ordenan con respeto, se alimentan mutuamente.
Cada día es un nuevo acto de malabarismo, pero uno que emprendo con la certeza de que, mientras las prioridades estén claras y el reloj interno bien calibrado, nada fallará.