A huge list - emotion inventory initiative / Una lista inmensa - iniciativa inventario de emociones (eng-esp)

Hello, friends of Holos & Lotus.

Today I'm here to respond to the initiative of @iriswrite, who is debuting as a columnist for a day.

Thinking about this post, I felt like I'd done this inventory piecemeal over several previous posts. Here I've talked about fidelity, gratitude, jealousy, love, among other emotions. Rereading those words, I see a sort of stack of my emotions, which I drew up almost unintentionally.

So, now more calmly, I decided to sit down and consciously take stock of this emotional inventory, to name the pillars and cracks that define me.

I am faithful to my principles. They're not a cage, but the skeleton that keeps me going. My principles are the rules of the game I've established for myself, an unwritten code that tells me how to act, even when the fog is thick.
They're non-negotiable.
They come from a lifetime of observing, falling, and getting back up, and they're the only thing I know belongs completely to me, regardless of what's happening around me.
Perhaps I even bring them from past lives.

From that first pillar, truth is born naturally: I choose the truth and I can't stand lies. For me, a lie isn't just a wrong word; it's a crack in reality, a poison that corrodes the foundations of any relationship.
I'm a writer, so creating stories, inventing lies, comes easily to me... and that's why I tolerate them less and value sincerity more.
Falsehood generates instant distrust and physical discomfort in me. I need authenticity, transparency, even if it hurts. I prefer a difficult truth to a comfortable lie because, at least, it's solid ground from which to build or, if necessary, destroy.

That loyalty to the truth extends to people. I am loyal to my friends and to myself, above all else. My friends are the family I choose. They are my refuge and my celebration. For them, I'll risk my life without hesitation.

But I've learned that that loyalty must begin with me. If I betray myself to please others, everything else loses value. That's why me comes first. Not out of selfishness, but out of honesty: I can't be loyal to others if I'm not loyal to my own convictions first.
I ask the same of others.
I trust until proven otherwise. But that's the thing: I can't stand betrayal. It's the only wound I can't forgive. Because betrayal is the sum of everything I hate: it's a lie, it's disloyalty, it's the breach of all principles. It's the antithesis of everything I am.

When I want, I do it with all my being. I know nothing of mediocrity in love, in friendship, or in my projects. I'm not interested in crumbs or lukewarm fires.
If something deserves my time, it deserves all my passion, my attention, and my dedication. I'm one of those who goes all out, because otherwise, I feel like I'm stealing intensity from life.

That intensity manifests itself in a sweeter way: I'm very, very, very affectionate. Loyalty and affection are two sides of the same coin. I enjoy contact, sincere displays of affection, letting people know I love them. It's an almost physical need to express appreciation.

But I'm human, and I'm not perfect. There's a shadow in this inventory. That same intensity that makes me give myself completely has a dangerous flip side: I'm very impulsive when I'm hurt or when my loved ones are hurt.
In those moments, I can become cruel.
Rage clouds me, and my primitive self takes control. I say things I know will hurt. And then, when the storm passes, guilt sets in. I don't like that side of me. Recognizing it is the first step to taming that fire, so that defending my loved ones doesn't turn into a destruction I later regret.
It may seem like I'm full of contradictions, but I'm not. While loving intensely, I'm also intense in anger. I'm loyal to the core, but with a dark side I watch for. A man who prefers a true ending to a constant lie.
And yet, every day, he still chooses to risk it with all his might.

---

Versión en español

---

Hola, amigos de Holos & Lotus.

Hoy vengo en busca de responder a la iniciativa de @iriswrite, quien se estrena como columnista por un día.

Al pensar el post, me dio la sensación de haber hecho este inventario por partes a través de varios post anteriores. Aquí he hablado de la fidelidad, la gratitud, los celos, el amor, entre otras emociones. Releyendo esas palabras, veo una tarjeta de estiba de mis emociones, que se fue dibujando casi sin querer.
Entonces, ahora con más calma, decido sentarme a hacer consciente ese inventario emocional, a ponerle nombre y apellido a los pilares y a las grietas que me definen.

Soy fiel a mis principios. No son una jaula, sino el esqueleto que me mantiene en pie. Mis principios son las reglas del juego que yo mismo me he establecido, un código no escrito que me dice cómo actuar, incluso, cuando la niebla es espesa.
No son negociables.
Vienen de una vida de observar, caer y levantarme, y son lo único que sé que me pertenece por completo, independientemente de lo que pase a mi alrededor.
Quizás hasta los traiga de vidas pasadas.

De ese primer pilar nace, de forma natural, la verdad: elijo la verdad y no soporto la mentira. Para mí, la mentira no es solo una palabra incorrecta; es una grieta en la realidad, un veneno que corroe los cimientos de cualquier relación.
Soy escritor, por lo que crear historias, inventar mentiras, se me hace fácil… y por eso las tolero menos y valoro más la sinceridad.
La falsedad me genera una desconfianza instantánea y una incomodidad física. Necesito lo auténtico, lo transparente, incluso si duele. Prefiero una verdad difícil a una mentira confortable porque, al menos, es un terreno firme desde donde poder construir o, si toca, destruir.

Esa lealtad a lo verdadero se extiende a las personas. Soy fiel a mis amigos y a mí, sobre todas las cosas. Mis amigos son la familia que se elige. Son el refugio y la celebración. Por ellos, me juego el físico sin dudarlo.

Pero he aprendido que esa fidelidad debe empezar por mí. Si me traiciono a mí mismo por quedar bien con otros, todo lo demás pierde valor. Por eso, a mí va primero. No por egoísmo, sino por honestidad: no puedo ser leal a los demás si no lo soy primero con mis propias convicciones.
Eso mismo pido de los demás.
Confío hasta que me demuestran lo contrario. Pero ahí está justamente el detalle: no soporto la traición. Es la única herida que no logro perdonar. Porque la traición es la suma de todo lo que aborrezco: es mentira, es deslealtad, es la ruptura de todos los principios. Es la antítesis de todo lo que soy.

Cuando quiero, lo hago con todo mi ser. No conozco la mediocridad en el amor, en la amistad o en mis proyectos. No me interesan las migajas ni los fuegos tibios.
Si algo merece mi tiempo, merece toda mi pasión, mi atención y mi entrega. Soy de esos que se juega el todo por el todo, porque de otra forma siento que estoy robándole intensidad a la vida.

Esa intensidad se manifiesta de una forma más dulce: soy muy, muy, muy cariñoso. La lealtad y el cariño son las dos caras de mi misma moneda. Disfruto del contacto, de las muestras de afecto sinceras, de hacer saber a la gente que la quiero. Es una necesidad casi física de expresar el aprecio.

Pero soy humano y no soy perfecto. Hay una sombra en este inventario. Esa misma intensidad que me hace entregarme por completo tiene un reverso peligroso: soy muy impulsivo cuando me hacen daño o dañan a mis seres queridos.
En esos momentos, puedo llegar a ser cruel.
La rabia me nubla, y mi parte primitiva toma el control. Digo cosas que sé que van a hacer daño. Y después, cuando pasa la tormenta, viene la culpa. No me gusta esa faceta. Reconocerla es el primer paso para domar ese fuego, para que la defensa de los míos no se convierta en una destrucción que luego lamento.
Puede parecer que estoy lleno de contradicciones, pero no. Al amar con intensidad, también soy así de intenso en la ira. Soy leal hasta la médula pero con un lado oscuro que vigilo. Un hombre que prefiere un final verdadero a una mentira constante.
Y que, con todo, sigue eligiendo cada día jugársela con todo su ser.